lunes, 5 de mayo de 2014

DEL MONORRIEL AL TELEFÉRICO


Estuvimos en Montebello, North Haverbrook y Cocula, también en Springfield, ahora en Oruro, porque sabemos de su buen criterio, de su capacidad de gasto, de su inagotable voluntad de progreso.

Hace casi cien años, empezamos a construir una Catedral que jamás terminamos; que será conocida durante muchos años como la iglesia sin torre al lado de la torre sin iglesia.

Derrumbamos el Teatro  Municipal, con una araña (réplica del palacio Versalles), para tener un lote baldío.     

Levantamos un distribuidor vehicular,  bajo los criterios estéticos de la sinfonía inconclusa y el arte efímero, sobre arenales rojizos cuyos granos de arena tardaron en formarse 150 000 años, cada uno.

Loteamos la estación de ferrocarriles sin pensar en un hermoso parque urbano central.

Construimos coliseos deportivos para los músicos. Destinamos para oficinas los teatros.

Construimos pasarelas para el carnaval, con un éxito aplastante.

Y hoy, en un exceso de originalidad, tendremos un teleférico, para lucirlo al lado de la escalera que conduce al vacío y la virgen más grande del mundo, donde los gastos de educación y salud aún son menores a los gastos militares y aun así los militares hacen huelga, donde no existe sentido común ni comunitario, donde ni el cambio climático remueve lo que don Marcos Beltrán Ávila dijera alguna vez: “Será por el frío que los orureños padecemos de algo llamado indiferencia”.

SERGIO GARECA