Estuvimos en Montebello,
North Haverbrook y Cocula, también en Springfield, ahora en Oruro, porque sabemos de su
buen criterio, de su capacidad de gasto, de su inagotable voluntad de progreso.
Hace casi cien años, empezamos a
construir una Catedral que jamás terminamos; que será conocida durante muchos
años como la iglesia sin torre al lado de la torre sin iglesia.
Derrumbamos el Teatro Municipal, con una araña (réplica del palacio
Versalles), para tener un lote baldío.
Levantamos un distribuidor
vehicular, bajo los criterios estéticos
de la sinfonía inconclusa y el arte efímero, sobre arenales rojizos cuyos granos
de arena tardaron en formarse 150 000 años, cada uno.
Loteamos la estación de
ferrocarriles sin pensar en un hermoso parque urbano central.
Construimos coliseos deportivos
para los músicos. Destinamos para oficinas los teatros.
Construimos pasarelas para el
carnaval, con un éxito aplastante.
Y hoy, en un exceso de
originalidad, tendremos un teleférico, para lucirlo al lado de la escalera que
conduce al vacío y la virgen más grande del mundo, donde los gastos de
educación y salud aún son menores a los gastos militares y aun así los
militares hacen huelga, donde no existe sentido común ni comunitario, donde ni
el cambio climático remueve lo que don Marcos Beltrán Ávila dijera
alguna vez: “Será por el frío que los orureños padecemos de algo llamado
indiferencia”.
SERGIO GARECA