domingo, 9 de agosto de 2020

PERFIL PSICOLOGICO DE MASAS

 

PERFIL SICOLÓGICO DE MASAS 1. Con absoluta seguridad, cada día hay una actitud racista contra un negro en Estados Unidos. ¿Qué hizo especial a la muerte de George Floyd? A mi modo de ver, fue el contexto sicológico. La pandemia mundial ha arrinconado al ser humano a la impotencia de acción. Siendo un fenómeno que va más allá de sus acciones, el ser humano se siente vulnerable y necesita asociarse y activarse. Es la manera en que siempre se ha hecho política. La muerte de George Floyd, fue, además de un hecho injusto, un detonante social, que hubiera pasado desapercibido en un tiempo normal, teniendo a la gente en sus actividades cotidianas.

 

PERFIL SICOLÓGICO DE MASAS 2. En el país, la crisis sanitaria crea crisis sicológica, y esta a su vez se alimenta de la crisis política y los detonantes se van marcando. El escándalo de los respiradores y el desastre sanitario son el marcapaso nacional. Poco a poco nos acercamos al paro cardiaco. Lo que vale decir que podemos pasar de una tragedia sanitaria a una tragedia social de un momento a otro. La impotencia frente a la enfermedad hace que focalicemos nuestra frustración hacia un objetivo para descargar la fuerza hacia él. Ese objetivo es y será político, a falta de poder derrocar al virus.

 

PERFIL SICOLOGICO DE MASAS 3. Cuando el punto de frustración e impotencia pase de ser un objetivo político pasará a ser un objetivo indeterminado. Los propios miembros de la sociedad en una confusión donde todos son acusadores y culpables a la vez. Proceso que termina con un chivo expiatorio. La muerte simbólica de la culpa para la conquista de la paz social.

 

SERGIO GARECA

Oruro, junio 2020

EL MOVIMIENTO CULTURAL BOLIVIANO EN TIEMPOS DE PANDEMIA

 


Entrando en temas de cocina.

El dinosaurio pisa a la lagartija, el choclo sonríe a los marlos, el representante de los representantes sólo hizo representaciones y nunca presentaciones. Nadie se presenta. Nadie dice yo soy. Pero todos sabemos que ese es. Todos cultos cultores, nadie cultiva. Puro hortelanos. Titiriteros que no dejan titiretear, autores que no dejan autorear, autistas, pintores de pinta. Los actores se enojan porque todos estamos actuando. Varios en variedades.  Los etéreos cazando hadas. La ministra pesando verduras. Los famosos, los fumosos, los firmes, los firmantes, los anónimos, tutoriales, putoriales. Los colectivos, los selectivos. Gestores, indigestores.

Todos los artistas somos seres humanos y, como tales, está demostrado, también merecemos extinguirnos. 

Durante años le hemos prestado atención y tomado partido por la organización del movimiento cultural boliviano, insípido hasta el día de hoy, para que haya políticas de atención sectorial y que tengan su incidencia en la sociedad.

Los artistas, gestores culturales y otros inmiscuidos con la actividad cultural, siempre hemos sido bastante difíciles de gobernar y de aglutinar. Precisamente porque el arte se brinda a la reflexión y, en algunos casos, la individualización y personalización del criterio de cada propuesta se convierte en un fenómeno interesante en cuanto sea obra y sea arte.

El arte es político, siempre. Es político en cuanto, cuestiona, y reflexiona, desde la propia naturaleza de la política, hasta la denuncia de la injusticia social y el universo de temáticas infinito que puede abordar. Pero al momento de hacer propuestas a nivel organizativo estatal, carecemos en absoluto de efectividad práctica.

Apenas se han manifestado las opiniones respecto de la pandemia y la cruda situación económica que representa para todos el no poder ejercer actividades que nos den algún rédito económico para sobrevivir; nuestras grandes y complejas cabezas talentosas, se han chocado unas contra otras y de manera miserable, unos y otros hemos reclamado representatividad y liderazgo y no hemos hecho más que revelar que somos una sopa de menudencias, para que el estado también caliente sus propias tripas.

El Ministerio nos ve la cara de idiotas y todas las anteriores autoridades, de igual modo, por esta desunión de sectores y regiones. Se ha vuelto notorio que toda alta capacidad humana está solo enfrascada en nuestro talento, que sublima nuestra pobre y miserable condición humana. Pero más allá de eso, esta crisis nos demuestra que como dijo Lin Yutang “el cerebro de los humanos es igual que el hocico de los cerdos y sólo sirve para buscar comida” (lo digo de memoria, así que no es cita textual).

Nuestra miseria común ha hecho que rompamos nuestros corrales y nos arrojemos como bestias a disputarnos los huesos que ni siquiera nos arrojan. El movimiento cultural boliviano es un conjunto de perros famélicos, flacuchos, anémicos y desahuciados.

Tan aburridos nos encontraríamos en nuestras casas durante la cuarentena, que apenas el tedio nos ha rebasado hemos destapado una gran olla hirviente de deslealtades, miramientos, envidias y cobardías.

¿Cuál la solución? ¿Cuál la propuesta? Penosamente las respuestas aún están muy lejanas. Ha fracasado la ley general de culturas, la propuesta de ley del artista, y la ola de sectorialización nos pondrá en un gran concurso de quien se gana en caerle mejor a diputados que no tienen ni fe ni conocimiento en el área. Este gobierno dará largas, mientras nadie se pone de acuerdo con nadie.

Por lo menos los policías tienen a sus mujeres que piensan por ellos, ya que no los dejan sindicalizarse. A nosotros ningún gobierno nos deja ni dejará controlar ni siquiera los carnets en el mercado. Hasta mientras este será un concurso de arrodillados para que algún funcionario público decida cuál es el payaso que hace quedar mejor a su gobierno.

Cuando el país se calme y bajen las aguas; no cambiará nada más que la respetuosa relación que llevamos todos entre todos, serruchando el piso mutuamente desde la concesión del silencio, que la crisis no nos ha permitido.

Ojalá antes de esta crisis también no hubiésemos tenido la oportunidad de saludarnos de mano por estar sosteniendo algo. Pero ya nos veremos, seguramente, para saludarnos todos, con o sin barbijo, sin dar la cara, con las manos vacías, sabiendo que ya nos tocaba pedirnos el codo.

SERGIO GARECA

ORURO, MAYO 2020.