Yendo de reunión
en reunión, de fundación a refundación de conglomerados culturales, viendo el
gran carnaval de las opiniones al rato de elegir al rey de los feos, tal cual
el atrio de Notre Dame; podemos decir que estamos a la deriva.
Al parecer, esto
se debe, sobre todo, a la gran mixtura colorida que constituye el mundo
artístico, específicamente (para evitarme el comentario de aquél, que nunca
falta, diciendo que la casera de la esquina también hace cultura. Y aunque es
cierto, es puro masoquismo golpearse con una realidad más grande de la que se
puede manejar).
Para empezar
creo que podemos dividir a los artistas y gestores culturales en dos grandes
grupos: grupo 1, los que piensan que el artista es un ente libre, y que las
asociaciones solo perjudican su vocación creativa, que asociarse nos pone en el
grado de estupidez general, y que lo
mejor que puede hacer es arte y dejar de joder porque si eres un verdadero
artista no necesitas de política para que los demás se den cuenta (aunque
cuando se los invita a los eventos son re felices comiendo, chupando y mirando
su nombre en el afiche que tan costosamente hemos pagado con la cochina plata
del Estado). El grupo 2, lo constituimos (me incluyo, aunque no les quito razón
a los otros), los que pensamos que unidos podemos lograr una incidencia
política inmediata, aunque sea nomás efecto de nuestra madura inocencia.
Esta primera
división nos genera las primeras complicaciones:
Problema 1. A diferencia
de sindicatos, federaciones y confederaciones, no tenemos filiación
obligatoria, por lo que a los ojos de la escena política carecemos de una
representatividad oficial. Esto complica a ambos grupos, pues a los segundos
les impide consolidar un avance hacia la conquista de derechos urgentes y, a
los primeros, el dilema ético de ser representados por una bola de pelotudos que
refuerzan el sistema existente en su pleno reconocimiento.
Problema 2. Esto es causa
y efecto de un problema deontológico: ¿Cuál es el “deber ser” de un artista? Y
uno piensa “estos artistas son una macana. ¿No pueden ser y punto?”. Así que
nos topamos con la realidad inevitable de que un artista es en primera
instancia un profundo observador de su propio ombligo. EL ARTISTA COMO ARTISTA,
EL ARTISTA POLÍTICO, EL ARTISTA HUMANO-ANIMAL, EL ARTISTA SOCIAL, etc.
Para fines
prácticos de éste artículo, vamos a dejar al primer grupo en paz y vamos a
observar consecuentemente al segundo grupo.
En éste se
encuentran también un sinfín de criterios, desde el más sincero e inocente
idealista que desea cambiar el mundo (sin saber hacia dónde ni cómo), pasando
por el vegano- anarcoconfucista-mao-lao-y-chao, con su comuna de 4 donde desde
luego él es el gurú, el pachamámico- hiphoper-urbano-conceptual, hasta el
gestor a sueldo que nunca compra cerveza de a dos, sino paceña ice chiquita y
toma solito en un rincón cuando es hora de ir al bar y los que van a los
encuentros solo para mandar a la mierda todo (califíqueseme como mejor les
parezca).
Como se ve el
zoológico es una exuberancia de posiciones de lo más disimiles y exóticas.
Problema 3. Esto solo
puede desembocar en que el arte es una constante búsqueda de
individualidad. Entonces cada quien tira
para su lado (y no estoy hablando de tirar en la mejor, más práctica y
divertida de sus acepciones). Porque
somos pues una inmensidad de ovejas negras y nadie quiere ser rebaño.
Problema 4. Sin embargo
sobresalen discursos, creo que en los más sobresalientes se encuentran: Ley de
culturas propuesta por telartes; el Sindicato de artistas de Sucre con sus
movimientos similares en otros departamentos; los alineados al gobierno; los
que buscan una ley muy abstracta y los que quieren una totalmente práctica. Al
parecer el dilema ético desplaza al problema económico y no existe un criterio
unificador.
Problema 5.Necedad. Nadie
va a sacrificar su individualidad en nombre del grupo, aunque los demás sean
igualitos a él o ella.
Buscar el bien
común, todos juntos, algo que nos dé
tranquilidad y paz, está bien jodido. Por eso creo que es más fácil que los
artistas se unan para pedir la legalización de la marihuana antes que la ley de
culturas.
Así que primero
pidamos una, y ya tranquilos y con ojitos rojos y soñadores hacemos la otra.
SERGIO GARECA
ORURO, JUNIO DE
2016
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