viernes, 7 de octubre de 2016

LA PALABRA Y LA CACERÍA DEL ANIMAL HUMANO: un comentario al libro de Carlos Condarco



Si algo tiene la palabra, es poder. Tanto ha ahondado la ciencia en el conocimiento del cosmos que ha podido acercarse, cuando menos en datos, a las estrellas. Sin embargo, hasta el día de hoy, el lenguaje, y por ende, la palabra, parecen ser la única ciencia en cuyas constelaciones podemos indagar en busca del gran misterio del pensamiento humano.
En pleno uso de ese poder, Carlos Condarco Santillán, nos obsequia la segunda edición del libro de cuentos “Con papá en el zoo”, una colección narrativa llena de sorpresas y cumbres cuya circulación ha sido demandada largamente por el público. Cuentos como “El toro”, traducido a quechua e inglés, “La simiente” llevada al cine, o “Arteaga el inmortal” XIV Premio Nacional de literatura “Franz Tamayo”, (1980), se encuentran en este libro.
Una fuerza natural, la misma del paisaje transcurre las páginas, un reflejo altiplánico, un viento furtivo, acomoda la arcilla de la cual parecen estar hechos los personajes: el hombre y el río. A su vez, en la misma pincelada, aparece la inmarcesible voluntad del ser humano que ha de vencer toda dificultad planteada por esa misma fuerza natural, desde su aparición en el alba de su inteligencia. La violencia del paisaje.
En otro escenario, más humano, dentro de cuatro paredes, están otros personajes sus pasiones, el cuchillo y las mujeres. En otro, a su vez se rasga el arcano y aparece, tan agraciada la muerte y la leyenda, una muchacha que alcanza las cumbres para quedar ciega en la nieve, un horno de montaña viva, o la poderosa palabra impronunciable.
En estas atmósferas, circula la siguiente tipología: El Hombre Natural y Anti- Natural, en permanente lucha de voluntades, la voluntad de la naturaleza y la otra voluntad naciente del ser humano que la ejerce como indomable ejercicio de su propia existencia; El Hombre Apasionado, el irascible vehículo del destino que se conduce con el corazón averiado; el Hombre Legendario, que ha mistificado su entorno y se ha mistificado a sí mismo; por último, el Hombre Filósofo Carnicero, que ha hecho en la razón una herida y nos ha dejado ver la sangre. Es ese nuestro alimento.
Como se ve, nos encontramos con una sutil invitación a un paseo para ver al animal humano, en su habitad natural.
¿Habrá alguien que se atreva a encontrar en estas páginas su propia palabra?

 SERGIO GARECA
ORURO 2016

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