miércoles, 7 de diciembre de 2016

Yo no sabía que había una ciudad llamada ciudad Darío (Aproximación a la influencia simbolista en la poesía de Rubén Darío)


Yo no sabía que había una ciudad llamada ciudad Darío. No sé cómo podría imaginarse la selva azul y su misterio. Así se llama la ciudad que alguna vez fue Metapa en Guatemala, lugar del nacimiento del Poeta Rubén Darío y que hoy lleva ese nombre, este año conmemoramos cien años de la muerte del vate, como lo han hecho en muchas partes del mundo, en el Japón tan distante como en el VII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), celebrado en San Juan de Puerto Rico, cuya importancia reside en la Edición conmemorativa de Prosas profanas y otros poemas (1896), Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas (1905) y, en prosa, Tierras solares (1904). Y aunque de saberlo, se me hacen agua los ojos, no hemos tenido noticia de ello por nuestras tierras.

En ocasión de este centenario el Club del Libro “Milena Estrada Sáenz” ha organizado un evento de homenaje. Con ese grato motivo he de tratar de remontar a otra ciudad imaginaria, llamémosla también Darío mediante las alas del Simbolismo.

El término “simbolismo” se remonta al manifiesto publicado por J. Moréas en el suplemento literario de Le Figaro (1886) y la fase de mayor actividad del movimiento se sitúa entre 1885 y 1897. Entre los diez y veinte años de Rubén Darío.

Cuatro son los nombres más representativos de Francia  en este movimiento y son los llamados poetas malditos Charles Boudelaire, Verlaine, Rimbaud y Mallarmé.

De Baudelaire, “cuyas Flores del mal (1857) contenían ya en germen sus postulados esenciales: oposición declarada al realismo, al positivismo y al espíritu científico y concepción del mundo como un misterio que el poeta ha de desvelar alterando su inteligibilidad, suspendiendo el juicio lógico y penetrando en los dominios del ensueño y del subconsciente. La obra de Baudelaire, además, lograba la síntesis de las dos tendencias fundamentales del movimiento: una dimensión parnasiana, a través de la búsqueda de una belleza ideal, y otra decadente, manifestada en la atracción por lo artificial y lo perverso.”

Así como de las frases terminantes “No nombrar, sugerir” de Mallarmé y “Ante todo, la música” de Verlaine podemos encontrar las influencias, sobre todo Verlainianas de Rubén Darío, quien conoció personalmente a Verlaine en 1893 a los 26 años.

Antes de la voz exponencial de Darío, se sentía dentro de la poesía castellana un cansancio, y exigía una urgente dosificación de energía y frescura, que sólo fue hallada por esta influencia, cuyos rasgos fudamentales son:

De acuerdo al concepto:
La búsqueda de la verdad escondida, es decir “el símbolo” se apoya en las correspondencias secretas de la naturaleza.
La imaginación como la manera más auténtica de interpretar la realidad.
La espiritualidad cercana al misticismo y lo oculto.
La fantasía, la intimidad y la subjetividad exaltada

De acuerdo a la técnica:

La música de las palabras
La libertad de Prosificación

Estas influencias se dejaron sentir luego de la publicación de Azul en 1888.

El crítico Boliviano Rivera Rodas sitúa a Darío, en su magistral ensayo “Cinco momentos de la Lírica Hispano americana”, dentro del segundo momento, es decir, con la POESÍA DE REVELACIÓN; apuntando precisamente estas características aclarando que es la imagen que resurgir el concepto clásico de la naturaleza donde Darío es “el explorador de fenómenos y manifestaciones que se originan más allá de lo inmediato”.

El poeta está dotado de una actitud reflexiva frente a la realidad, y encuentra en la mujer “el símbolo substancial” de su poesía. Es “un restaurador de la naturaleza en la lírica”, es decir “desentraña el misterio de las cosas naturales”.

Toda  su obra es la transición en la lírica hispanoamericana de  la visión subjetiva a la visión objetiva, con dos modos de aprehender la realidad externa: representaciones o percepciones, mediante la emoción o la imaginación, que tomará un curso conceptual o metafórico.

Culminaremos con una última observación de Rivera Rodas:

“La visión subjetiva Maneja el lenguaje del significado hacia el significante; la visión objetiva, en cambio, parte del significante hacia el significado”.

Antes de regresar de la ciudad donde la imaginación se potencia, demos un último paseo por la lectura de Divina Psiquis.

Sergio Gareca 2016

XIII
DIVINA PSIQUIS

I

¡Divina Psiquis, dulce mariposa invisible
que desde los abismos has venido a ser todo
lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible
forma la chispa sacra de la estatua de lodo!
Te asomas por mis ojos a la luz de la tierra
y prisionera vives en mí de extraño dueño:
te reducen a esclava mis sentidos en guerra
y apenas vagas libre por el jardín del sueño.
Sabia a la Lujuria que sabes antiguas ciencias,
te sacudes a veces entre imposibles muros,
y más allá de todas las vulgares conciencias
exploras los recodos más terribles y obscuros.
Y encuentras sombra y duelo. Que sombra y duelo encuentres
bajo la viña en donde nace el vino del Diablo.
Te posas en los senos, te posas en los vientres
que hicieron a Juan loco e hicieron cuerdo a Pablo.
A Juan virgen, ya Pablo militar y violento;
a Juan que nunca supo del supremo contacto;
a Pablo el tempestuoso que halló a Cristo en el viento,
ya Juan ante quien Hugo se queda estupefacto.


2

Entre la catedral y las ruinas paganas
vuelas, ¡oh Psiquis, oh alma mía!,
-como decía
aquel celeste Edgardo,
que entró en el Paraíso entre un són de campanas
y un perfume de nardo-.
Entre la catedral
y las paganas ruinas
repartes tus dos alas de cristal,
tus dos alas divinas.
Y de la flor
que el ruiseñor
canta en su griego antiguo, de la rosa,
vuelas, ¡oh, Mariposa!,
a posarte en un clavo de Nuestro Señor. 

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