La poesía, la declamación y la
recitación
Hace un par de meses me invitaron a participar como jurado en un
concurso de declamación. Seguramente porque cuando alguien te presenta a las
personas diciendo “a él le gusta la poesía”, lo primero que se imaginan es que
uno ama mucho a su patria, a su madre, al pájaro revolucionario y a la casada
infiel. Al principio pensé con pena sobre mí mismo, luego pensé que habían
tenido una amable consideración hacia mí y dije: qué mierda, no seré tan
prejuicioso e iré.
Habrá que comenzar diciendo que poesía y declamación o recitación son
cosas totalmente distintas. No abundaré acerca de conceptualizaciones, alguna
tiene que ver con clamores y la segunda con volver a citar versos. No me animo
a querer acercarme siquiera al misterio mayor de las tres palabras. Ciertamente,
“la interpretación poética”, como la han llamado, es una categorización de algo
que realmente no tiene nombre.
Después de enterarme que patria es de aquí a Villamontes, saltamontes,
pájaros, quirquinchos, sancudos, víboras, jaguares y todo bicho y alimaña que
se arrastre, brinque o vuele por este sagrado suelo; y haberme hecho escupir, a
gritos, culpas y estertores, maullidos, alaridos, rechinantes corceles, o
molinos agitando sus terribles aspas de molino que a cualquiera lo acercan a la
demencia, también una que otra dulce ternura, sin la cual no hubiese
sobrevivido a esa larga tarde; he llegado a apuntar algunas cosas.
1.
Imagino, y
es una conjetura mía, que la procedencia de estas manifestaciones culturales se
remonta a finales del siglo XIX. Evidentemente trovadores y juglares, también
otra gente que guardaba en su memoria grandes hazañas, acontecimientos y
preocupaciones de época, existieron mucho antes. Pero me refiero, en especial,
al fervor cívico que debe guardar una actividad de este tipo. Según entiendo,
por ese tiempo, doña Genoveva Jiménez organizaba veladas de recolección de
recursos para la guerra del pacífico y todas sus reuniones de gente acomodada
en Oruro, terminaban en vivas a la patria y con alto fervor cívico salían
satisfechos con los pechos henchidos y no creo los bolsillos muy vacíos. Con
seguridad tales sentimientos estuvieron muy de moda.
2.
Otro
origen, que sospecho pueda ser también origen de las horas cívicas, y hablando
de modas, son las veladas culturales de grupos de damas en los años veinte. El
club de damas de La Paz, otros similares en Oruro. Pude constatarme
personalmente de sus programas que tenían más de treinta números en una noche.
Imagínense. Lo que supongo ocurrió, es que los profesores adoptaron este
arquetipo como el ideal de un disfrute y goce estético al cual debieran acceder
todos los niños de nuestros países latinoamericanos, que no podían aún terminar
de edificar su prototipo cultural y su ideal de patria. De este modo se llevan
las actividades a las escuelas.
3.
Pero
también estas veladas de clase aspiraban a otra cosa, al prestigio social y
acceder desde luego al rango de persona culta. Por tanto ya en esos tiempos
debió haber poemas terribles, desde luego, y poetas del mismo merecido
adjetivo. Mientras tanto en la puerta de la taberna de los Tres Osos, el buen
Luis Mendizábal, y tal vez Simeón Roncal se agarraban a puñetes en pos de la
mejor estética de su tiempo.
4.
Hay, creo
yo, un dejo de estas dos actitudes en la declamación escolar. La intención de
que todo goce estético se debe asociar a lo bueno, lo decente, y sacralizar así
las mismas costumbres que son la institucionalidad de un país tan “Bolivia”
como el nuestro. En segundo término, la aspiración de las personas a la
cultura, al estatus, a la muestra, al escaparate social.
5.
Este
escaparate está vigente totalmente en todas las trampas sexuales y sociales que
tiene nuestro cívico proceder. La interminable competencia de bandas
estudiantiles en Oruro es la conquista de un prestigio, de un derecho a
presumir. Maravilloso derecho. Y también constituye un muestrario sexual, casi
un ritual de apareamiento entre colegiales. En este caso es algo más genealógico,
el hecho del orgullo familiar de ver a nuestros niños pisar los escenarios y
soñar con un maravilloso futuro, cercano al bienestar y la fantasía legitima de
cualquier padre. Todo bajo el sagrado nombre de la patria. De allí la respuesta
masiva en asistencia a estos eventos. Y, por consiguiente, nuestra respuesta,
si nadie asiste a nuestras lecturas de poesía, es porque nuestros papas no nos
quieren.
6.
Por tanto,
nos enfrentamos a la falsedad de los discursos manejados dentro de la poesía
escogida para ser declamada. Podemos categorizarla de la siguiente manera:
patrióticos castizos, patrióticos revolucionarios. Hay que ver que las
vigencias de estos discursos son tan oxidados como la actividad misma. No hay
poemas que tengan menos de treinta años.
7.
Esto habla
de la poca lectura de los profesores de literatura, y la extrañeza total acerca
de nuevas intervenciones, lenguajes, y acciones y manifestaciones del arte contemporáneo.
La incomprensión total de la poesía, el poema y lo poético.
8.
Pero
también de la vigencia de algunos poemas, en el imaginario del pueblo que
pueden conmover a las personas aún hoy. Poemas como “Pido la palabra” o “La
noche de San Juan”. Sin embargo, en ambos casos, la concepción general de la
poesía que nos otorgan es el panfleto y la consigna. Dentro de una antología de
diez o quince poemas, tenemos los referentes para las personas que desean
escribir, y acometen con el famoso autor anónimo a lanzar versos, que bien
podrían crear la escuela de la antiprosodia.
9.
Entonces
aparecen los chicos que escriben sus propios poemas. Y mágicamente, aparece también
la realidad, el tema más exitoso de la noche: la disolución familiar, las
amantes del padre. Las promesas incumplidas, el odio y la frustración. Dios,
patria y hogar, maldecidos, desde la adolescencia, por la socavada
institucionalidad, sobre la cual se sostiene el Estado. La sagrada familia.
Este tópico nos da una idea general de la psicología social, pero no de la
poesía.
Desde luego este no es un artículo para menospreciar los esfuerzos de
los maestros que le ponen el hombro a este festival anual, reclamado con vigor por
los padres de familia. Pero, creo, es una meditación importante, pues, sucede
en el mundo real, que se mueve por encima de esas largas noches de poemas sin
futuro que nos expulsan a mandarnos correos, links, frases en memes y todo lo
que se mueve aún en torno a las palabras y los bares que nos arrojan a la calle
con papelitos arrugados y rayados en los bolsillos, o las solitarias
bibliotecas, con páginas cerradas.
SERGIO GARECA
Oruro, diciembre de 2017