jueves, 28 de enero de 2021

LA IMPORTANCIA DE LOS COJUDOS EN LA CONSTITUCION POLÍTICA DEL ESTADO.

 


A mí no me gusta la constitución de mi país. No digo que no esté de acuerdo o no goce y defienda de los derechos que ella garantiza, que, además, están respaldados por tratados internacionales, sino que no me gusta porque al momento de hacerla se han saltado de ciertas apreciaciones sociológico-culturales que nos han ido causando problemas desde siempre.

Muchos días, o muchas noches, cuando paso por el lugar donde está el televisor de la casa oigo calificaciones de los opinólogos como la “clase media”. Hasta donde yo recuerdo esta es una clasificación de la sociedad desde la economía, en la que se clasifican a las personas en cuanto a su capacidad de adquisición y gasto. Además de la posesión de medios de producción y todo el discurso de la economía política marxista.

Pero aquí la utilizan para decirle clase media a otra cosa. Y no es solo el único concepto aplicado a la realidad, también está ese de las clases populares. Clase “hegemónica” de Gramsci, los “movimientos sociales” de Trosky; y otras clasificaciones de la realidad sacadas de las teorías políticas y entendidas de manera incompleta. Será por la “clase a medias” de historia del pensamiento a la que hemos asistido durante toda la historia de la televisión boliviana.

A mí no me gusta mi constitución porque allí hay términos que no se han incluido y realidades que no contempla, y que son de alta importancia al momento de interactuar entre bolivianos. Por ejemplo, no existe la palabra “artista” o “arte”, dejándonos a los artistas totalmente fuera de la realidad boliviana. Sin embargo, podemos vivir con y/o sin eso. Lo que es bueno en cuanto el arte se mueve en libertad sin las ataduras ideológicas suscritas al Estado como tal, pero nos abandona como seres humanos.

Otro término importantísimo que no existe en nuestra constitución es el término “cojudo”. Han puesto las lenguas de treinta y seis naciones, pero no han puesto a ni un sólo cojudo en la constitución. A esos cojudos no les importa en nada poder estar fuera de la constitución, pero viven de ella.

Para poder explicarme mejor, creo necesaria apuntar que habría que fundar una sociología boliviana a partir de nuestra habla popular. Vale decir a partir de las clasificaciones que en las calles se han ido dando de acuerdo con nuestra realidad. Antes se decían criollos y chapetones. Y creo que estas definiciones nos ayudan por demás a comprender lo que somos.

Esto podría variar según nuestra ubicación geográfica en Bolivia, pero limitándonos al altiplano podemos decir que ya los grupos humanos se han autodefinido, más allá de categorías simplemente económicas.

Si tomamos el ejemplo del lenguaje marxista sabremos que los burgueses son aquellos que vivieron en barrios de artesanos y fueron enriqueciendo su capital, hasta que el concepto actual de burgués significa lo contrario a un artesano, sino más bien un capitalista purísimo.

De igual modo podemos ver que nosotros hemos hecho una clasificación desde la mujer en la que primero está la chola, la birlocha y la chota, por último, la jailona que no pertenece a este grupo, pero si a la clasificación.

Chola la que mantiene la vestimenta y la cultura más o menos dentro de lo que se considera puro. La birlocha como término medio entre la que no es ni chicha ni limonada y de a poco usa y no usa, ni refiere toda la pureza que caracteriza a la chola, y la chota que es quien ha abandonado del todo la raíz aimara indígena.

Nótese a tiempo que esta clasificación es puramente cultural, porque cualquiera de estos términos hoy es valedero indiferentemente a los ingresos de estas mujeres. Nótese además que sólo se aplica a mujeres y no a varones.

En cuanto a los jailones encuentro que es un término mixto que es indiferente para hombres y mujeres, y que hace referencia al anglicismo high class, de alta calidad. Y que en su tiempo identificó a las personas pudientes y que, hoy, aunque esas personas no tengan un mango en el bolsillo, todavía se creen la pepa de la mandarina en honor a la gloria de sus ancestros que evidentemente eran la gente pudiente.

Actualmente, y creo que puedo aportar a esta clasificación, una subdivisión más en la que se puede encontrar por un lado a los fachos recalcitrantes y por otra a los jailones arrepentidos.

Los fachos recalcitrantes son una sola cosa y es la que siempre han sido, gente racista, etnocéntrica, cristiana, lucrocéntrica, etc. De ellos creo que tenemos clara su identidad y no hay por qué darle más vueltas.

Pero aquí aparecen los jailones arrepentidos, y esta sí es gente en revelación.

Hace nos meses mi apreciación de la división del pueblo boliviano vislumbraba a ese voto duro del movimiento al socialismo como la expresión legítima de lo popular y campesino en un 40 por ciento de votación. Y su otro extremo, en una masa sin una sola identificación al otro 40 por ciento.

Yo pensé que ese 20 por ciento restante era indeciso. Pero no. Eran en su mayoría gente que quería callarse. Gente que no se atrevía a exponerse en su medio social de ciudad. Eran los jailones arrepentidos.

El mallku tiene razón nuevamente, cuando en una entrevista le dice a una periodista “¿Por quién has votado vos? Cada uno vota por su igual”, y es verdad. El triunfo de las elecciones el MAS no se lo debe solo a los indígenas, más bien más decisivamente a los jailones arrepentidos.

Esto puede verse además en las caras rosaditas de todo el nuevo gabinete de ministros del gobierno recientemente posesionado.

¿Pero qué es un jailón arrepentido?

Un jailón arrepentido es un progre. Alguien que está en la fase dos de su racismo. Es decir, la primera fase es cuando se dice: “este indio de mierda”, sin ningún remordimiento. La segunda fase cuando se dice “estos pobrecitos indios alguien los tiene que ayudar a liberarse”. Porque no han podido superar el concepto de la inferioridad del indio.

Por lo tanto, su progresismo no alcanza como para decir. Nos retiramos de toda política y que nos gobiernen las polleras. No. Tienen ese complejo de película norteamericana, en la que son Tulio y Miguel los que entrar al Dorado para enseñar a los indios lo que es la amistad y la justicia, así de disneylanescos son. Son el blanco en Danza con lobos,

Entonces nunca podrán pasar el límite cultural. Morirán siendo jailones. Pero dudo que en un momento puedan dejar que un indio gobierne sus vidas.

Ahora Chile está en las puertas de una asamblea constituyente, y nosotros de este lado de la cordillera, los veremos siempre como jailones arrepentidos también. Como a gente que se arrepiente de que sus anteriores generaciones hayan cortado su vínculo venial con la tierra que habitan y que esa sangre derramada del pasado huele en su historia y les quita el sueño, y se sienten no solo chilenos sino bastardos de la América indígena. Los vemos gritando y saltando en multitudes con pletórico pecho revolucionario, pero cada vez que soplan un sicu, y cada vez que dan una mal pirueta de tinku, y cada vez que no pueden decir “llama”, porque no pueden pronunciar la elle, no podemos evitar reírnos y verlos ridículos. Porque nuestra clasificación popular también es racista.

Ahora, volviendo a la importancia de los cojudos debemos aclarar esto. Aún a pesar de esta clasificación tan comestible y masticable para cualquiera de nosotros. Creo que la cojudez va más allá de todos estos rangos sociales. Y de allí que creo que su importancia en la constitución debió ser contemplada. Porque la cojudez es lo más multicultural que tenemos.

Habrá que definir la frontera semántica de este término. Y es que es un término ambivalente. Muchas veces lo usamos para identificar a un amigo, a un sujeto cualquiera o a un tonto. Pero sobre todo lo usamos para insultar al que ha faltado con nosotros. Al amigo que nos ha fallado, a la persona que ha cometido un error, y por sobre todas las cosas, para nombrar al funcionario que no se merece su cargo. Así en cada posesión cuando nombran a una persona a quien de lejos no le corresponde la cartera, se escucha un murmullo casi unísono y coincidente como diciendo “¿Cómo pues ese cojudo?”.

Es interesante como esto puede saltarse la barrera racial y cultural porque desde la familia chola más chola, hasta el jailón más jailón tiene un cojudo en la familia.

Y que la constitución y la ley dicen claramente muchas cosas, buenas en su mayoría, porque la constitución es siempre tan soberanamente tierna como una carta a papanoel.

Las constituciones dicen que todos somos libres de acción y pensamiento y que todas las actividades del Estado deben fortalecer el acceso al derecho que tenemos de ser libres de actuar y de pensar, pero como son cojudos no entienden, y te dicen vuelva mañana, o no hay presupuesto o la norma me impide todo menos ser un cojudo.

La plasticidad del término cojudo también está depatriarcalizado porque así como cojudos, hay cojudas. Y en el mismo lugar de privilegio.

Y estos cojudos están por donde sea y podrían ser cualquiera. El primo de tu chica, el padrino de promoción, la envidiosa de tu propia oficina, la señora del frente de tu puesto en el mercado.

Entonces, parece un chiste, pero es un problema muy real. Y creo de alta importancia, que se pudiera todavía incluir en la constitución. Algo así como: “tú país te necesita, algún día te llamará y ese día por favor no te comportes como un cojudo”.

Yo creo que el Estado es en primera instancia una institución administrativa. Y es su obligación bajar el nivel de cojudez al mínimo.  

Esto sí se los digo a mis amigos chilenos. Porque estoy seguro de que por más chilenos que sean, no van a poner en su constitución a sus propios cojudos, “los culiaos”, “los weones“

Esos, esos son más peligrosos que el capitalismo. Hay que pelear contra la cojudez interna. Esa es la verdadera descolonización. Librarnos de los cojudos en el poder.

Hace años un tal sofocleto, escribió sobre esto. Yo no le tiré mucha pelota, porque me parecía abundante y repetitivo. Ahora tampoco me ha servido para escribir este artículo, pero se nota que algo de razón tenía.

Yo creo que, para la próxima vez, sería altamente importante tener en cuenta la sociología de nuestra lengua popular al momento de gobernar para el pueblo.

Y que la lengua oficial de la norma suprema entienda la sabiduría de la habladuría. ¿O no les ha pasado a ustedes que salen un lunes con toda la energía para empezar la semana y de pronto salta un cojudo a arruinarles el día y te manda al segip, o te dice que se equivocó el notario, que no salió tu proyecto, que la profesora le dio la cochina gana de mandar el enlace del examen a la media noche?

Yo creo que la cojudez es universal, por tanto, no tiene raza, y sobrepasa los límites cultuales que nos perjudican  y nadie está libre de cojudizarse alguna vez. Y por esa precaria inmunidad que le tenemos a la cojudez deberíamos nomás tener esas contemplaciones en la norma que gobierna, aunque sin querer, nuestras vidas.

 

SERGIO GARECA

ORURO, 2021

 

 

 

 

 

 

 

 

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