A mí no me
gusta la constitución de mi país. No digo que no esté de acuerdo o no goce y
defienda de los derechos que ella garantiza, que, además, están respaldados por
tratados internacionales, sino que no me gusta porque al momento de hacerla se
han saltado de ciertas apreciaciones sociológico-culturales que nos han ido
causando problemas desde siempre.
Muchos días,
o muchas noches, cuando paso por el lugar donde está el televisor de la casa
oigo calificaciones de los opinólogos como la “clase media”. Hasta donde yo
recuerdo esta es una clasificación de la sociedad desde la economía, en la que
se clasifican a las personas en cuanto a su capacidad de adquisición y gasto.
Además de la posesión de medios de producción y todo el discurso de la economía
política marxista.
Pero aquí
la utilizan para decirle clase media a otra cosa. Y no es solo el único
concepto aplicado a la realidad, también está ese de las clases populares.
Clase “hegemónica” de Gramsci, los “movimientos sociales” de Trosky; y otras
clasificaciones de la realidad sacadas de las teorías políticas y entendidas de
manera incompleta. Será por la “clase a medias” de historia del pensamiento a
la que hemos asistido durante toda la historia de la televisión boliviana.
A mí no me
gusta mi constitución porque allí hay términos que no se han incluido y
realidades que no contempla, y que son de alta importancia al momento de
interactuar entre bolivianos. Por ejemplo, no existe la palabra “artista” o “arte”,
dejándonos a los artistas totalmente fuera de la realidad boliviana. Sin embargo,
podemos vivir con y/o sin eso. Lo que es bueno en cuanto el arte se mueve en
libertad sin las ataduras ideológicas suscritas al Estado como tal, pero nos
abandona como seres humanos.
Otro término
importantísimo que no existe en nuestra constitución es el término “cojudo”. Han
puesto las lenguas de treinta y seis naciones, pero no han puesto a ni un sólo
cojudo en la constitución. A esos cojudos no les importa en nada poder estar
fuera de la constitución, pero viven de ella.
Para poder
explicarme mejor, creo necesaria apuntar que habría que fundar una sociología
boliviana a partir de nuestra habla popular. Vale decir a partir de las
clasificaciones que en las calles se han ido dando de acuerdo con nuestra
realidad. Antes se decían criollos y chapetones. Y creo que estas definiciones
nos ayudan por demás a comprender lo que somos.
Esto podría
variar según nuestra ubicación geográfica en Bolivia, pero limitándonos al
altiplano podemos decir que ya los grupos humanos se han autodefinido, más allá
de categorías simplemente económicas.
Si tomamos
el ejemplo del lenguaje marxista sabremos que los burgueses son aquellos que
vivieron en barrios de artesanos y fueron enriqueciendo su capital, hasta que
el concepto actual de burgués significa lo contrario a un artesano, sino más
bien un capitalista purísimo.
De igual
modo podemos ver que nosotros hemos hecho una clasificación desde la mujer en
la que primero está la chola, la birlocha y la chota, por último, la jailona
que no pertenece a este grupo, pero si a la clasificación.
Chola la
que mantiene la vestimenta y la cultura más o menos dentro de lo que se
considera puro. La birlocha como término medio entre la que no es ni chicha ni
limonada y de a poco usa y no usa, ni refiere toda la pureza que caracteriza a
la chola, y la chota que es quien ha abandonado del todo la raíz aimara
indígena.
Nótese a
tiempo que esta clasificación es puramente cultural, porque cualquiera de estos
términos hoy es valedero indiferentemente a los ingresos de estas mujeres. Nótese
además que sólo se aplica a mujeres y no a varones.
En cuanto a
los jailones encuentro que es un término mixto que es indiferente para hombres
y mujeres, y que hace referencia al anglicismo high class, de alta calidad. Y
que en su tiempo identificó a las personas pudientes y que, hoy, aunque esas
personas no tengan un mango en el bolsillo, todavía se creen la pepa de la
mandarina en honor a la gloria de sus ancestros que evidentemente eran la gente
pudiente.
Actualmente,
y creo que puedo aportar a esta clasificación, una subdivisión más en la que se
puede encontrar por un lado a los fachos recalcitrantes y por otra a los
jailones arrepentidos.
Los fachos
recalcitrantes son una sola cosa y es la que siempre han sido, gente racista,
etnocéntrica, cristiana, lucrocéntrica, etc. De ellos creo que tenemos clara su
identidad y no hay por qué darle más vueltas.
Pero aquí
aparecen los jailones arrepentidos, y esta sí es gente en revelación.
Hace nos
meses mi apreciación de la división del pueblo boliviano vislumbraba a ese voto
duro del movimiento al socialismo como la expresión legítima de lo popular y
campesino en un 40 por ciento de votación. Y su otro extremo, en una masa sin
una sola identificación al otro 40 por ciento.
Yo pensé
que ese 20 por ciento restante era indeciso. Pero no. Eran en su mayoría gente
que quería callarse. Gente que no se atrevía a exponerse en su medio social de
ciudad. Eran los jailones arrepentidos.
El mallku
tiene razón nuevamente, cuando en una entrevista le dice a una periodista “¿Por
quién has votado vos? Cada uno vota por su igual”, y es verdad. El triunfo de
las elecciones el MAS no se lo debe solo a los indígenas, más bien más
decisivamente a los jailones arrepentidos.
Esto puede
verse además en las caras rosaditas de todo el nuevo gabinete de ministros del
gobierno recientemente posesionado.
¿Pero qué
es un jailón arrepentido?
Un jailón
arrepentido es un progre. Alguien que está en la fase dos de su racismo. Es decir,
la primera fase es cuando se dice: “este indio de mierda”, sin ningún
remordimiento. La segunda fase cuando se dice “estos pobrecitos indios alguien
los tiene que ayudar a liberarse”. Porque no han podido superar el concepto de
la inferioridad del indio.
Por lo tanto,
su progresismo no alcanza como para decir. Nos retiramos de toda política y que
nos gobiernen las polleras. No. Tienen ese complejo de película norteamericana,
en la que son Tulio y Miguel los que entrar al Dorado para enseñar a los indios
lo que es la amistad y la justicia, así de disneylanescos son. Son el blanco en
Danza con lobos,
Entonces
nunca podrán pasar el límite cultural. Morirán siendo jailones. Pero dudo que
en un momento puedan dejar que un indio gobierne sus vidas.
Ahora Chile
está en las puertas de una asamblea constituyente, y nosotros de este lado de
la cordillera, los veremos siempre como jailones arrepentidos también. Como a
gente que se arrepiente de que sus anteriores generaciones hayan cortado su
vínculo venial con la tierra que habitan y que esa sangre derramada del pasado
huele en su historia y les quita el sueño, y se sienten no solo chilenos sino
bastardos de la América indígena. Los vemos gritando y saltando en multitudes
con pletórico pecho revolucionario, pero cada vez que soplan un sicu, y cada
vez que dan una mal pirueta de tinku, y cada vez que no pueden decir “llama”,
porque no pueden pronunciar la elle, no podemos evitar reírnos y verlos
ridículos. Porque nuestra clasificación popular también es racista.
Ahora,
volviendo a la importancia de los cojudos debemos aclarar esto. Aún a pesar de
esta clasificación tan comestible y masticable para cualquiera de nosotros.
Creo que la cojudez va más allá de todos estos rangos sociales. Y de allí que creo
que su importancia en la constitución debió ser contemplada. Porque la cojudez
es lo más multicultural que tenemos.
Habrá que
definir la frontera semántica de este término. Y es que es un término
ambivalente. Muchas veces lo usamos para identificar a un amigo, a un sujeto
cualquiera o a un tonto. Pero sobre todo lo usamos para insultar al que ha
faltado con nosotros. Al amigo que nos ha fallado, a la persona que ha cometido
un error, y por sobre todas las cosas, para nombrar al funcionario que no se
merece su cargo. Así en cada posesión cuando nombran a una persona a quien de
lejos no le corresponde la cartera, se escucha un murmullo casi unísono y
coincidente como diciendo “¿Cómo pues ese cojudo?”.
Es
interesante como esto puede saltarse la barrera racial y cultural porque desde
la familia chola más chola, hasta el jailón más jailón tiene un cojudo en la
familia.
Y que la
constitución y la ley dicen claramente muchas cosas, buenas en su mayoría,
porque la constitución es siempre tan soberanamente tierna como una carta a
papanoel.
Las
constituciones dicen que todos somos libres de acción y pensamiento y que todas
las actividades del Estado deben fortalecer el acceso al derecho que tenemos de
ser libres de actuar y de pensar, pero como son cojudos no entienden, y te
dicen vuelva mañana, o no hay presupuesto o la norma me impide todo menos ser
un cojudo.
La
plasticidad del término cojudo también está depatriarcalizado porque así como
cojudos, hay cojudas. Y en el mismo lugar de privilegio.
Y estos
cojudos están por donde sea y podrían ser cualquiera. El primo de tu chica, el
padrino de promoción, la envidiosa de tu propia oficina, la señora del frente
de tu puesto en el mercado.
Entonces,
parece un chiste, pero es un problema muy real. Y creo de alta importancia, que
se pudiera todavía incluir en la constitución. Algo así como: “tú país te
necesita, algún día te llamará y ese día por favor no te comportes como un
cojudo”.
Yo creo que
el Estado es en primera instancia una institución administrativa. Y es su
obligación bajar el nivel de cojudez al mínimo.
Esto sí se
los digo a mis amigos chilenos. Porque estoy seguro de que por más chilenos que
sean, no van a poner en su constitución a sus propios cojudos, “los culiaos”,
“los weones“
Esos, esos
son más peligrosos que el capitalismo. Hay que pelear contra la cojudez
interna. Esa es la verdadera descolonización. Librarnos de los cojudos en el
poder.
Hace años
un tal sofocleto, escribió sobre esto. Yo no le tiré mucha pelota, porque me
parecía abundante y repetitivo. Ahora tampoco me ha servido para escribir este
artículo, pero se nota que algo de razón tenía.
Yo creo que,
para la próxima vez, sería altamente importante tener en cuenta la sociología
de nuestra lengua popular al momento de gobernar para el pueblo.
Y que la
lengua oficial de la norma suprema entienda la sabiduría de la habladuría. ¿O no
les ha pasado a ustedes que salen un lunes con toda la energía para empezar la
semana y de pronto salta un cojudo a arruinarles el día y te manda al segip, o
te dice que se equivocó el notario, que no salió tu proyecto, que la profesora
le dio la cochina gana de mandar el enlace del examen a la media noche?
Yo creo que
la cojudez es universal, por tanto, no tiene raza, y sobrepasa los límites
cultuales que nos perjudican y nadie
está libre de cojudizarse alguna vez. Y por esa precaria inmunidad que le
tenemos a la cojudez deberíamos nomás tener esas contemplaciones en la norma
que gobierna, aunque sin querer, nuestras vidas.
SERGIO
GARECA
ORURO, 2021
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