jueves, 21 de agosto de 2014

EL LUGAR DONDE DESCANSA EL ALMA DE LAS ALTURAS




Hablar de Dios a estas alturas de la historia, podría, inmediatamente, darnos la categoría de falsos predicadores; pero ni aún la más falsa aseveración acerca de lo divino borra de las heridas del alma la necesidad de un destino o la vocación espiritual de trascender más allá de lo mundano.
El mundo, que por sus dimensiones fuera desde sí mismo, es extraño para los pequeños seres que lo habitan. Así cuando Gary Daher se refiere comparativa y semánticamente al término Samaí, como referencial inmediato de Samaipata, el complejo Arqueológico del oriente boliviano que aún no he tenido la suerte de conocer, despierta en el poeta la vocación del canto “versicular” y con ello, el inicio del trabajo espiritual allí donde descansa el alma de las alturas.
Quien tenga una referencia de filosofía hermética, comprenderá muy bien las claves de los cánticos y disfrutará la brevedad como la finalidad de ellos.
Aunque hay un tema central, los tópicos se van desparramando como migas de pan a lo largo del texto:
1.       Sobre la vocación del iniciado, existe quien permanece quieto y por ello es alguien que duerme en su perdición y no comprende nada del tiempo. Alejarse del acontecer del mundo es el primer paso de la perdición. Y esto coincide luego con la metáfora de Prometeo a quien le devoran el hígado en repetición interminable. El castigo allí equivale al olvido.
2.       El nombre, lo nombrado, el nominar.  Entiende por nombre el acto sagrado de descubrir el mundo y hacerlo real. La magia pura es la palabra que convierte en sonido cualquier concepción. En otro poema, se aprecia en plena comprensión del poder de la palabra, el silencio, saber callar y saber descansar las cosas, los conceptos. En analogía, el poder de la nada se entiende como vacío. La nada habitable es el mundo y la nada contraria su ausencia. Ir más allá del mundo y las cosas es estar más allá de esa nada, cuando no hay nada, lo nombrado desaparece y solo está el silencio, el primer paso a la creación.  
3.       El corazón y la muerte. Siempre me he preguntado porque Jesús aparece en las alegorías con el corazón con cuchillas o el simplemente lacerado. Una pista se encuentra en uno de los poemas del libro. Ahí se encuentra el corazón luminoso dentro del corazón oscuro. Al mirar la muerte del corazón oscuro no contemplamos la fuerza del corazón luminoso que nos permite verlo. La misión humana consta de poder llegar al nacimiento de su corazón luminoso. En el corazón habita la conciencia. Hay en el libro un viaje submarino al corazón. Un viaje por sangre espesa.
4.       La contra razón y el contra instinto. En la razón se encuentra la razón del vicio así como en el no razón se encuentra la no razón de la virtud. Pensar en ello es el paroxismo del sofisma. Vencer al cuerpo no con la razón sino con el espíritu.
5.       Transmutación de seres. Existe en el libro una fijación del autor con los felinos como guardianes del fuego y de la búsqueda. Esta migración del ser nos ubica en un rango ulterior a la concepción del ser  y nos empuja a la existencia de los seres en el ser como autoconocimiento.     
6.       La existencia múltiple. Cuando dice “también soy mis padres y los hijos de mis hijos”. Es el hombre en la repetición de sí mismo. En otras vidas y en aparentes otras conciencias, es el mismo ser universal que se repite y la nueva oportunidad de salir del circulo vicioso también se repite. Podría entenderse desde ese punto de vista que la reencarnación es la existencia múltiple. Volviendo a la metáfora del corazón oscuro y el corazón luminoso se entendería que a la luz del corazón luminoso se entiende el corazón oscuro, es decir “ser el ser observado”. Ahí está la ilusión de la puerta y del espejo en la que la contemplación se entiende por sus efectos y no por sus causas. Así los seres múltiples son un solo ser, el ser primigenio, el ser de la luz que permite que los demás seres podamos entender que existimos. Pero solo existe la refracción del primer ser.  
7.       Samaí. Al comenzar el texto, el autor nombra un solo samaí con diferentes acepciones: en la India se dice a una lámpara ceremonial de aceite; en turco, Alimento del alma; en la biblia, mi nombre o mi vestido; en quechua (traduce Gary) como espíritu o descanso, y “pata” de arriba, así samipata es “el espíritu de lo alto”, como también pudiera ser “el lugar donde descansa el alma de las alturas”. O simplemente el alma. El lugar donde no existe el mundo o lo mundano, allí el “nombre” es pleno: el presente absoluto/ donde tu nombre lo abarca todo/ me salva del horror del mundo.
De las existencias múltiples a las realidades múltiples, pasando por el amor, puertas, espejos y otras metáforas, sin olvidarse de dar pasos felinos y brevedades de libélula, cruzamos la senda del Samaí. Ya en la paz, la realidad surge de la nulidad. El hombre nulo y expectante.   

Sergio Gareca
Oruro, agosto 2014

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