Gracias a la gentil invitación
del Club del Libro “Milena Estrada”, hoy voy a referirme no solo a un grupo de
poetas geniales sino también a grandes amigos. Todos ellos referentes de los
últimos 20 años de poesía orureña. Increíblemente, tres de ellos no nacieron en
Oruro, pero eso es algo que ya les hemos perdonado con el tiempo y, al fin y al
cabo, el orureño nace donde le da la gana. La patria de un hombre es su
infancia, dice Baudelaire y Manuel Rivas, lo repite. En estas cuatro personas,
la fuerza de la ciudad es constante y sobre todo cobra vida infinita en su
nostalgia y en su forma de crear y vivir más allá de la ciudad misma. Porque
Oruro, además, es un estado mental más que un lugar.
Al finalizar los años ochenta, la
aparición del Rincón del Poeta, la Galería Imagen, asilo de la bohemia local,
marcó un hito de consagración de varios poetas y tuvo entre sus lecturas a
eminentes figuras de la poesía nacional. No mucho antes despuntaba Eduardo
Nogales Guzmán. En este mismo espacio hace sus primeras armas Benjamín Chávez
nacido en Santa Cruz en 1971, hoy es uno de los poetas más importantes del
país, y carga con ocho libros de poesía. Entre ellos “Prehistorias del
androide” de 1994, “Pequeña Librería de Viejo” “2006”, y sus recientes libros
“Historia de las invasiones perdidas” y “El libro entre los árboles”. Dos veces
Premio Nacional de Poesía. Hoy por hoy dirige la revista “la Piedra de Agua” de
la fundación del Banco Central de Bolivia y vive en La Paz.
A la caída de las murallas
versificadoras de la Galería Imagen, comienza una larga historia de orfandad,
aunque no es sospechada por la tradición poética de la ciudad. Allí entre una
revistilla perdida quizá para la historia de la literatura local y con la
pasión gemela de la música aparece Vadik Barrón Rollano, nacido en Moscú en
1976 . Debuta con “El Cuaderno Rojo” de 2002, cuando ya vivía en La Paz, y
obviamente con varios poemas sueltos acumulados. Le sigue “Rocanrol y canciones
del futuro” de 2011 y su reciente libro ganador del premio Yolanda Bedregal
2013 “el Arte de la Fuga”.
Al comenzar el nuevo milenio, la
población orureña se multiplicó en un 50 por ciento y más de la mitad del
conglomerado humano no pasaba los 18 años. La ausencia de librerías, los
regaños de las bibliotecarias, y el esterotipo hacen que los poetas nazcan sin
herencia poética alguna. Sin embargo la poesía es mala hierba y se prende donde
menos se espera. De la nada se publica el libro “Alas de un alma en verso” el
2004, de Pablo Osorio Adbud nacido en Oruro en 1985, por esta época se
retomarnos a iniciativa del centro cultural Suyana las lecturas que se
denominaron Vientos de Arte donde Pablo sobresalió entre la membresía. Luego de
una larga sequía de publicaciones, lanzó “Yo, Gorda” el 2013.
Escondido en las sombras, y con
un completo desconocimiento de su vocación poética, nuevamente huérfano,
comienza a escribir, y a tomar con seriedad su escritura Mauricio C. Michel
Premio Poetas Jóvenes de Bolivia 2011 con el libro “Long Play”.
Hay otros poetas dignos de
mención como Dante García, Verónica Laura o Jamil Huarayo, pero que están en
plena construcción de su poética.
Ahora voy a referirme a poemas
que personalmente he disfrutado mucho:
Benjamín Chávez
La débil música de las suaves cosas
En la alta noche, la débil música de las suaves cosas.
Mientras el sueño consuma la quietud
las torres callan
los motivos de su altura.
Cada instante se estremece
y lo quedo nos habla con una voz más íntima.
No son las cosas que no tendremos nunca
Son las que están
las que estuvieron siempre
y hoy
-complicidad contenida-
nos susurran
una familiaridad irresuelta.
En este poema, el
efecto sonoro de los dos primeros versos es fenomenal. La fuerza de la vocal en
la palabra “alta”, es casi un niño apuntando al cielo, en contrapunto a la
serenidad rítmica que continúa el poema.
Allá arriba en
territorio del sueño el poeta construye la lejanía con la presencia de “las
cosas que estuvieron siempre” el estado de quietud, nos revela el murmullo de
lo que permanece estable.
Es la vigilia en
este poema que nos da la impresión de un estado medio entre poemas realidad y
la distancia presente de lo inmediato. La extrañeza del mundo como si fuera la
del propio cuerpo.
Vadik Barrón
POETAS DEL FIN DEL MUNDO
“I’m the one who has to die when it’s time for me to die”
Jimi Hendrix
Hoy, que
el fin del mundo está cerca
déjenme
decirlo de la manera
más
cursi posible:
poetas
del fin del mundo, uníos.
Fundemos
la Sociedad de Poetas Pobres
recorramos
el planeta con plata prestada
pintemos
bigotes en los posters de los dioses.
Yo, que
he fracasado en todos los menesteres
del
entendimiento humano,
que le
debo tanta plata a tanta gente
que he
mirado el Parnaso con delectación babosa
declaro:
que esta vida es todo lo que mis ojos verán
denuncio
el hambre de las calles,
la
senectud de las ideologías
la
inoperancia de las religiones
la
soledad de la hora pico.
Ayúdenme
a gritar con las manos alzadas
y
drogadas como en un concierto de rock:
que esta
vida es todo lo que sus ojos verán
que nos
mamaron compadres,
que esta
vida es todo lo que tus ojos verán,
que
rompieron la alcancía y no nos enteramos.
Que esto
es lo que hay, y punto.
En este poema, todos podemos saborear el pan de la ironía. Es
genéricamente y amenamente la enunciación de la vida como única verdad
cognoscible. Así, el poeta solo puede aspirar a la vida, no a la inmortalidad o
a la gloria. Es una negación de todo mundo ulterior a la vida. Por tanto la
poesía corresponde al mundo cierto , fuera de él solo existe falsedad y
pretensión en los valores que se concideran inmutables, como la religión o lo
divino.
Pablo Osorio
Kacharpaya (Farewell)
“Para que nada
nos amarre” – P. Neruda
Otra vez Ramona Aldaba
vienes a decirme
que son mías tus rosas
pero yo no puedo,
amada
hacerme cargo de más wawas
por esa vida tendría yo que
renunciar
a mis fraternidades y comparsas
a los cálidos besos desconocidos
y su olor a chicha por la mañana
Huevo.
Ándate nomás Ramona Aldaba
ya no tengo nada para vos
Amo el amor de los camioneros
que besan y se van
dejan una wawa,
no vuelven nunca más
en cada pueblo una cholita espera;
los camioneros besan y se van
una noche kaikean con la muerte
en el fondo de un bar.
Amor
que puede ser eterno
o de un ratito nomás
Me he de llevar mis fotos
para que nadie nos haga amarres
Ya me voy,
que no haya lágrimas
desde tu vientre
una niña me despide
y yo le digo adiós.
Aunque el ejercicio del texto es
simple, la reescritura del poema quizá más famoso del vate chileno, dotándole
un contexto simple, cotidiano, particular de la realidad boliviana, popular, en
contraposición al prejuicio de solemnidad de la poesía, su valor radica en la
osadia de bajar un poema intocable como quien decide usar la vajilla para
ocasiones especiales al atiborramiento cotidiano de la mesa de diario, con
chairo y choclo. Allí donde no teníamos lugar para la poesía.
Mauricio C. Michel
del amor
el silencio es
lo que más aterra al hombre
si no tienes nada que decir
.h
a b l a.
El efecto visual del poema, coincide de forma maravillosa
con el tema. La blancura de la página como un árido desierto donde cruzan las
palabras. En plena crítica, al ruido de las calles, al ruido del mundo y al
ruido mental. Lo que eleva a la palabra misma a su dimensión primigenia: lo
sagrado. Así, el ser humano, se revela como alguien que no puede vivir en paz
consigo misma y para sustentar el vacío de su alma se atiborra de palabras que
no tienen ningún sentido. La brevedad y precisión del texto, otorgan un peso de
cualidades y una distancia ente los referentes locales en la poesía.
Para culminar este texto breve, diré que yo también estoy
entre lo mejorcito.
Sergio Gareca
Julio 2014
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