jueves, 26 de noviembre de 2015

MUJER, TIEMPO Y ESPACIO de Verónica L. Vargas


Volviendo de un encuentro intenacional de poesía en Argentina, Verónica L. Vargas no se puede estar tranquila y nos presenta una nueva muestra con una instalación en el Salón Valerio Calles. En general, este año ha sido bastante fructífero para nuestra artista.
Seguramente por tener que dar un nombre a lo innombrable se ha improvisado el nombre de la instalación como “Mujer, espacio y tiempo”. A mi modesto entender la carga abstracta de la obra la distancia mucho de los conceptos espacio y tiempo. Ambas condiciones son propias de cualquier fenómeno.
Del espacio, porque no es una obra que trate de un espacio geográfico determinado y mucho menos de la relación  del sujeto, en este caso la mujer, con ese espacio. Esto le otorga una primera universalidad. Una lectura que podría hacerse en cualquier otro lugar de la tierra de manera similar.
Del tiempo, porque especificar que vivimos en una era post- esto y post- aquello, a punto de la post industria, como fenómeno de fabricación general de metales, y los metales como símbolo de aquel fenómeno.
Así nos queda el concepto mujer que dentro de la obra se halla simbolizado por un maniquí de vestido blanco, manchado de rojo, sin cabeza o que por cabeza tiene una jaula de alambre  de púas  con llaves colgantes encerrando un ave de porcelana acurrucada en su nido, esta mujer se yergue sobre un lecho de botones con el bajo vientre abierto y expuesto con otro nido de púas donde muere, a través de la duración de la muestra, una rosa blanca también manchada de rojo. Todo en una gruta de enredaderas de alambre de púas con rosas atadas.
En amplitud, el último concepto que nos queda, mujer, es tomado como un ser existente en un mundo opresor a la condición misma de mujer. Sin embargo, esta opresión sexual con relación al exterior, pudiese o no ser característica de una mujer. Lo que parece ser un estancamiento en la fijación de un solo sexo como víctima de la opresión. Si partiécemos de un punto de vista mucho menos arraigado y libres de pretextos sobre la obra, tranquilamente podríamos darle una lectura travestista de acuerdo a la falta de identidad y rostro del maniquí. Pero dado el caso nos abstraemos también al mundo de la autora y debemos partir de esta presión de acuerdo a los términos que nos propone.
La mayor riqueza de la muestra es su potencia metafórica. Y dentro de ella  la lucidez en la sobriedad en el manejo de sus símbolos. Veamos un par de ejemplos. El alambre de púas puede hacernos pensar en prohibición, propiedad y peligro. A pesar de que la intención, parece ser clara, demostrar desde adentro hacia afuera la realidad de la mujer. No se puede evitar el efecto contrario; ingresar al  mundo de la alegoría. En tal caso prohibición, propiedad y peligro tienen un efecto dual. Exteriormente: la mujer prohibida, la mujer propia de alguien, la mujer peligrosa. Interiormente: la mujer prohibida de ser mujer, la mujer apropioada por alguien o algo y la mujer que corre peligro si se libera.
A esto debemos sumarle la presencia de las rosas entre las púas, en un juego perfecto de alusión a los tallos naturales de las rosas con ls espinas de los alambres, creando posible el mundo imposible de coexistencia de conceptos como belleza, naturalidad, fertilidad, plenitud con otros tan represivos.
La cabeza del elemento central, el maniquí, nos conduce a la vez a entender que entre las púas la libertad esta en ella misma, por las llaves y el ave dormida alienta al pensamiento de la misma manera.
Hay varios elementos repetidos de su anterior instalación, y que de seguro son el trabajo de consolidación de un mundo propio y que englobará esta época de la artista. Sin embargo todo el trabajo es ya referencial en nuestro medio.
SERGIO GARECA
Oruro , noviembre 2015

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