jueves, 26 de noviembre de 2015

NECROLÓGICA PARA EMMA VILLAZÓN


Yo tenía mucha envidia de Emma. Ella leía más que yo. Yo bebía más que ella. Leer más y beber menos  es una vida que siempre he deseado.
Con mi hija Valentina ha nacido en mí un terrible temor a la muerte. Con la muerte de Emma nace en mí el temor a las palabras, a mis palabras o a las palabras de quien las evoca. Un miedo a las fuerzas que a través de la poesía convocamos.
Sorprende la fragilidad de la vida. Un niño sirio aparece muerto boca abajo en una playa, luego, luego aparece con muerte, playa y polera roja en una fotografía. La fotografía aparece en la red. Luego aparecen las palabras, las sensaciones, la indignación, la política, el recurso, desaparece el niño, y otra vez nos queda la vida con su corriente constante, mojándonos los cabellos y los pies.  Aparecen carteles de gente desaparecida y desde luego el héroe del cine deja a su paso ese increíble cementerio de gente sin familia, sin hijos y sin padres. Individuos malvados que a nadie interesan.
Así, los personajes con nombre de esta historia común, somos nombrados por el poder misterioso de las fuerzas invocadas por algún poema o algún silencio. Es esta novela negra escrita con solo ausencias. Estar para decir que Emma no está. y cunde un miedo, un miedo eterno a los nombres y es muy cruel porque nadie responde. Para decir que nadie ha desaparecido y que es un sueño revestido por otro sueño.
Ya no podemos fiarnos de lo nombrado, de nuestros cuerpos o de los días venideros.
Hace un par de meses en Pumiri, con Lumbre de ciervos en la mano, una araña transitaba los versos. Enterramos obra de más de veinte artistas y sus palabras se hicieron presentes.

Yo desentierro, te desentierro, los desentierro y los pinto,
parece decirme al mirarme escarbándome, aunque a sí mismo
no puede. No me hagas caso,
ese no es el punto, sino la historia
desde el otro ojo. Claro.

(…)la vida está oculta.

Al parecer la muerte no es otra cosa que un juego de escondites. Pero la palabra nos revela. Cuando conocía Emma me pareció que el lenguaje era su verdadero ser. En la trastapa de Fábulas de una Caída, Juan Carlos Ramiro Quiroga Cita a Barthes y pone: “La vida literaria crea una vida propia que es el lenguaje mismo”.  Y apunta que el libro es eso: una caída en el lenguaje.

Solo a ella podría ocurrírsele envolverse en una bandera de cielo y no volver más. Primera en la vida y la muerte, era poeta de las primeras cosas. sorprende su increíble vocación para tomar la ruta del abismo. No solo es conmovedor. También denuncia el tiempo del que ya ella es libre.
Estoy seguro que la congoja de su muerte perseguirá a toda nuestra generación.
Solo las palabras, las cosas nombradas, seres y fuerzas increíbles, pero presentes pastaran esa lumbre .
Gracias Emma por la hermandad y la alegría hasta la próxima infancia perpetúa.

SERGIO GARECA
AGOSTO-NOVIEMBRE
2015

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