Habría que patearle las bolas al tal Martínez.
No puedo entender cómo puede vérsele como héroe, pues ambos, él y Evo son tal
para cual.
Evo, en su racismo fase 2, argumenta
ridículamente “soy indio, ténganme pena. Soy indio y por eso me odian” y razona
al colmo del infantilismo “ódienlo a él, él es del imperio”, “ámenme a mí y
sólo a mí”. Ya en el colmo de la lisura y la egolatría, cumple su capricho de
jugar a los cochecitos y se tiene que tragar la medicina, bien recetada de los
médicos, de entender el despilfarro, cuando desde un principio el gasto militar
de este país superaba los de educación y salud. Justificando que el costo de un
hospital equivale a cuatro canchas. Lo cierto es que la derecha de evo es la
más derecha. Para complacencia del entretenimiento occidental vende a su madre
y a su padre. Es completamente inconciente de su patrimonio cultural. Es su
propio mesías sin pasado. Su aymarismo es un pretexto. Y por tanto un
aprovechamiento de las clases populares.
Se ha dicho que es la clase media la que hace
el paro. ¿Pero es que acaso esa calificación es vigente? Si su concepción venía
acerca del ingreso económico y posición social. Hoy por hoy hay indios,
indígenas para los que les gusta hablar entre dientes, pobres super pobres y
ricos super ricos. El conflicto no es de clase, el conflicto es racial. Y ahora
las culturas ancestrales están perdiendo el beneficio de la superioridad moral
de haber sido la cultura vejada, para demostrarnos que no han sido tan malos
como los blancos sólo porque no tuvieron la oportunidad. Su actitud va en
desmedro de su historia, nuestra historia, y eso es terrible.
Por el otro lado está el motociclista, con su
capricho de niño rico, participando en un deporte de mierda, tan orgulloso como
el otro del país que destruye; y va la canalla al circo a mirar como el payaso
se ríe del dueño del circo, pero nunca deja de ser payaso. En el reconoce
valor, en uno más de los falsos héroes que este país necesita para mantenerse
cuerdo, aun ahora apunto de la debacle moral. Lo único que demuestra es que los
que perdieron el poder no se resignan, no pierden sus viejos prejuicios, y se
pavonean por las injusticias que sufre todo el pueblo, injusticias que nunca
han vivido. Es la otra derecha la derecha perdedora.
Mientras la derecha vencedora del MAS, asfixia
la industria en todos sus niveles. La gente está corriendo a los bancos a sacar
su dinero, los créditos de microempresa empiezan a acumular su deuda. Y asfixia
también al ciudadano común restringiendo su libertad de accionar de pensar y
proponer. Desde que el cuerpo de su partido no es más que la burocracia
dependiente compuesta por lobos que antes se vestían de oveja rosada y ahora se
visten de oveja azul, y defienden el ejercicio del poder por el poder mismo. Se
acabó la revolución. Hace mucho. Asfixia otros liderazgos indios, los
desprecia, los desprestigia. Es el gobierno de narciso. Sigue enamorándote de
ti Evo, hasta que te ahogues.
La increpación de Martinez solamente ha
revelado lo perdidos que estamos los ínfimos granos de mostaza en este sándwich
de chola a un costado del Dakar.
SERGIO GARECA
Oruro, enero 2017