Los bebés son lindos. Los niños son lindos. Los adultos somos
idiotas.
La otra noche con mucho aspaviento la iglesia católica
encabezaba una populosa marcha de adolescentes y una larga fila de mojigatería.
Y la otra “otra” noche, un cuarteto de muchachas esperaba en la esquina del
Parque de la Unión, a que las personas se agrupen y reclamen por la despenalización
del aborto. Penosa, pero justicieramente, la resistencia nunca goza de los
beneficios de la democracia y de las multitudes tempranamente.
La figura es fácil. Dentro de nuestra preconcepción del
mundo de manera dual simplificamos las cosas al extremo: blanco y negro, malo y
bueno, muerte y vida.
Frente al mundo veloz y precario donde toda verdad no
soporta una semana de publicaciones en Facebook, la verdad universal de la
doctrina católica, tan vigente por siglos, se ve amenazada por la post
modernidad, la caída de las instituciones de dominación como sustento de la
sociedad como la familia (con papá, mamá y wawitas), gracias al divorcio; el
dogma se va cayendo y pierde actualidad. Por eso recurre a inventarse falsos debates
donde la lógica es simple. “La iglesia le dice sí a la vida” y por tanto todo
aquello que esté contra la iglesia tiene como una opción: la muerte. Igual
discurso absurdo se maneja para dormir a las masas políticamente: el mar es la
Patria, sin mar no hay patria y por tanto no hay libertad. Así el ejército vela
por nuestra libertad desfilando con sus pistolitas y gallardía por las calles,
mientras se incendian los predios del poder dentro de las cárceles. ¡Cuánta
libertad puede lograr el dinero dentro de las paredes de Palmasola!
Visto desde ahí las activistas por la despenalización del
aborto (dado que son en su mayoría mujeres), para quienes quieren quedar bien
con el poder divino a costa de cualquier cosa, son pues, calacas con guadaña
que están detrás de las embarazadas y seguro son tan malas que caminan pateando
conejitos y pollitos por el campo. Y serán señaladas y apedreadas por ser unas
sacerdotisas de satán, y serán quemadas en el celeste útero de la tierra.
Tal como ha pasado con la reciente censura de las
fotografías que desde Oruro, Nohelia Sahunero, subió a Facebook en una protesta
en torno a este tema. Y así seguirá pasando, por lo visto. Es que el asesinato
pasivo de nuestra ignorancia es menos atroz, vende menos y por eso no nos
interesa.
Reforzados los prejuicios, podremos rezar limpiamente antes
de acostarnos con la conciencia tranquila después de haber vencido a las
fuerzas de la muerte. Pero no pensaremos que:
Para nosotros los hombres nunca fue necesario abortar,
porque no matamos a nadie pero destruimos la vida de millones de niños que
jamás verán nuestro rostro ni sabrán escribir nuestro apellido, de mujeres
crédulas que andan por ahí ganándose la vida como pueden con los niños en los
awayus que cuelgan de sus espaldas. Porque, señores padres, así son tantos. Así
hemos criado al resentimiento del mundo.
No pensaremos gente que corre un riesgo inimaginable en
clínicas clandestinas. Que gracias a nuestros prejuicios fomentamos una
industria ilegal creciente y de muchos ingresos. Que dejamos en la impunidad a
médicos sin escrúpulos y otro mercado de muerte crece o cuando menos se
mantiene por demás estable, tan atroz como cualquier guerra.
Porque llegando a edad fértil uno ya sabe lo suficiente del
mundo como para sentir miedo y actuar estúpidamente. Y el “Valor vida” no nos
importa mucho a la hora de comer pollito o matar una mosca, y el “valor vida
humana”, tampoco nos importa mucho a la hora de saber que con todo el dinero
del vaticano se solucionaría la deuda de los países pobres.
Termino este pequeño artículo con una oración: Dios
Mantennos en la inocencia infantil, mantennos vivos en el amor y perdona que
seamos tan cretinos.
SERGIO GARECA
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