jueves, 2 de julio de 2015

VIENTOS DE LOS ANDES




“En unos segundos más cantará la negra. Parece inevitable, tan fuerte es la necesidad de esta música; nada puede interrumpirla, nada que venga del tiempo en donde está varado el mundo; cesará sola, por orden. Esta hermosa, hermosa voz me gusta sobre todo, no por su amplitud ni su tristeza, sino porque es el acontecimiento que tantas notas han preparado desde lejos, muriendo para que ella nazca. Y sin embargo, estoy inquieto; bastaría tan poco para que el disco se detuviera: un resorte roto, un capricho del primo Adolphe. Qué extraño, qué conmovedor que esta duración sea tan frágil. Nada puede interrumpirla y todo puede quebrantarla. El último acorde se ha aniquilado. En el breve silencio que sigue, siento fuertemente que ya está, que algo ha sucedido. Silencio.
De LA NÁUSEA de Jean Paul Sartre

Una vez, en el bus, conversando con Alfonso Sánchez Martínez, no sé por qué recordé este pasaje de La Náusea. Tampoco sé de dónde salió la conversación sobre el racismo (quizá porque noche antes nos echaron de un boliche por mi culpa, que ni tan culpa era, sino solo mi bolivianidad y mala traza), lo importante es entender por qué Sartre no pudo referirse a una mujer cualquiera de cualquier parte del mundo o de cualquier color, una mujer francesa, o una del cine americano y tuvo que auxiliarse en el término “negra” para que podamos entender el color de la música que podía acompañar sus palabras. Eso porque definitivamente no es lo mismo que cante una negra a que lo haga una blanca, o una nortepotosina como Luzmila Carpio.  

Ese algo que ha sucedido antes del silencio, eso tan vivo  y “tan frágil” dentro de quien relata el pasaje, es precisamente la música. 

No es de sorprender que varios, por no decir muchos de los grandes atletas mundiales son y hayan sido negros, ni que mucha de la música de hoy sea herencia de la construcción y legado musical de los negros en el mundo: el Blues, el jazz, góspel, reggae, la salsa, el hip hop y tantos otros. Seguramente todos difundidos porque el proceso traumático ha sido muy fuerte en Estados Unidos y el cine como la industria discográfica han podido transmitir mejor al resto del mundo todos estos géneros y tengan ya su presencia en todo el mundo. 

Y es que evidentemente existen factores raciales físicos, y desde luego culturales, que otorgan cierta potencialidad que por naturalidad se han desarrollado. Al parecer es que el discurso de la igualdad ha sido muy agresivo y nos ha hecho olvidar que somos todos muy distintos. Recuerdo que en el bus Alfonso me decía “y no es que sea un discurso racista de justificación, sino que siendo una verdad que implica reconocer nuestras propias cualidades lo que hace que nos respetemos mejor”. 

En nuestro caso, en los andes bolivianos, los habitantes de las alturas, biológicamente estamos diseñados para otras cualidades. La que de inmediato se me viene a la mente, es que nuestro tórax es más amplio y que podemos administrar mucho más aire que las personas que viven en otros lugares. Debe ser esta la razón de que, musicalmente, los instrumentos que más importancia tienen en toda la extensión andina sean los aerófonos: sikus, quenas, choquelas, pinkillos, tarkas, mohoceños, etc. y también la razón de que no contentos con los instrumentos autóctonos, con la migración y otras imposiciones culturales los instrumentos más asimilados en Oruro sean los instrumentos de viento de metal y que las bandas de música sean directamente la más apreciada. Cinco mil músicos solo en esta ciudad. 

A esto hay que sumarle, la importancia ritual que se les otorga. Hace poco que pasó San Juan y me hizo pensar en una fiesta del fuego, como es el carnaval la fiesta del agua. En el primer caso seguramente porque nuestra región es fría y se aprecia el fuego como una fuerza superior y necesaria, y al igual que el fuego, el agua en época de lluvia. ¿Pero cuál es la fiesta de viento o de la tierra?

La tierra es festejada en época de siembra y cosecha, entonces nos falta un elemento que es el aire. Pero el aire es el que está presente en cada fiesta. Tanto en los instrumentos de época seca como de época de lluvia, en los instrumentos, y parece ser la manera de comunicarnos con el resto de los elementos, con la música y la palabra. El aire es el elemento más importante al comenzar la vida del ser humano. La primera impresión que tenemos incluso antes que la luz. 

De esta manera pienso que cada vez que un quenista o un zampoñero o trompetista, se da el tiempo de conversar con el viento es que nuestra herencia cultural, ayudada también por factores raciales, están conversando con algo más que nosotros y es entonces cuando la música “esta hermosa, hermosa voz nuestra”, nos hace lo que somos y nos otorga una especialidad. Vigente, eterna y nuestra.



“EN UNOS SEGUNDOS MÁS CANTARÁ EL VIENTO”

SERGIO GARECA
julio2015

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