martes, 18 de agosto de 2015

EL FENÓMENO JAIME SAENZ Y EL SISTEMA CULTURAL LITERARIO BOLIVIANO




Hace una semana, Perro Petardos y Antiarte, viajamos a Pumiri a intervenir el paisaje en Festival Internacional de Arte Contemporáneo. Allí ya pude proponer un par de estos tópicos a nuestros amigos, en especial a mi hermano Jaime Achocalla, tanto en Pumiri como al regresar de la FIL La Paz. 

Llegó un momento en que la comunidad lectora (siempre de élite), se cansó de los hitos de su intelectualidad y debía refrescarse. La literatura paceña, en particular, entró en una crisis simbólica. Allí despuntó la poesía de Saenz. Pero el mito no se creó sino hasta sus lectores posteriores terminando el setenta y empezando el ochenta. 

Ellos no encontraban su paceñidad en la universalidad de Tamayo. Tampoco en la árida exactitud de Cerruto. Sáenz destapó una La Paz oculta. Pero esto no es un logro literario, es algo que iba a pasar tarde o temprano. Pues podrían ser escritos de un simple cronista de la noche y el barrio, sobre todo la prosa en libros como Vidas y Muertes o los Cuartos (circunstancia que se le ha echado en cara a Víctor Hugo Vizcarra como narrador de anécdotas de chupa). 

A falta de un Rock star que dé la talla, habían encontrado a su perfecto nosferatu majareta de quien han amado más sus excentricidades que sus propios escritos. Durante casi 20 años, hasta que plural reeditara sus libros, eran un privilegio, libros de ocultismo, piedras filosofales, rarezas bibliográficas que circulaban a precios exorbitados. Da la casualidad que las mayores exaltaciones de su obra en prensa vienen de toda esta época. De tal modo que quienes no tuvieron acceso a los libros solo leían alabanzas y esas alabanzas han calado hondo. Porque la influencia ha fabricado el snobismo y a estas alturas a cualquier grupo de 20 cretinos a quienes se les pregunte cual es el mayor poeta de este país, sean o no literatos, dirán: Sáenz. Y da risa verlos aparapitados escuchando Bruckner.

Esto es producto de una crisis y ha tenido su efecto opacando otras voces potentes, así como tradiciones de otros sitios. La búsqueda identitaria paceña ha relegado lo demás. Asume la parte por el todo. 

Muerto el anterior canon, la principal referencia crítica es Saenz. Por tanto es obvio que hay un antes y después de él en la literatura boliviana, pero esta no es, como adelantamos, puramente literaria.

Se ha fundado a la vez con él una tradición crítica que es, sino la única, la más vigente y la que contiene mayor fuerza, desde el estudio de Blanca Wiethucter. Se ha llegado a cosas morbosamente ridículas, como premiar cuentos y poesía por ser homenajes Saenceanos. La reverencia es incondicional.

Tanto es así que hoy por hoy no hay criterio límpido, valido y verosímil sobre su obra, es literatura sucia. No importa si se hable a favor o en contra. El resultado es el mismo. No se aceptará jamás que alguien diga lo aburridísimo que es Felipe Delgado. Así como el criterio contrario sea a la majestuosidad de esta misma obra. Se peca o de hereje o de trillado.  Lo último que debe hacerse hoy es leer a Sáenz por amor a la poesía y por el bien de su propia obra. Porque el único criterio que ha de salvarlo de este fango son años en el silencio. Que es precisamente lo que ha salvado a Borda y a Mundy. Ese es el lado positivo de todo esto.

Para mí es la rama podrida de la literatura boliviana. No por sí mismo sino por sus efectos. Si se concibe nuestro transcurrir literario en el tiempo como un árbol genealógico descubriremos que es la rama que más vástagos ha dado en desmedro de otras posibilidades. Gracias a él y estudios como los de la Mariposa mundial, encontramos a los silenciados y aún nos falta ver si hay otros más como Antonio José de Sainz o alguien a quien todavía no se le da la seriedad del caso como Jorge Suarez, cuando menos en una charlita de joda; sin descartar otras ramas que ya existían como Tamayo, u otras bastante fuertes que son maravillosas como Urzagasti.  

El tiempo en que circulaban muy pocos ejemplares de Sáenz, ha coincidido con una ruptura de tradiciones. De ahí que haya todo un nacimiento de poetas huérfanos. Incluso en La Paz este fenómeno ha creado una auto-condicionalidad de la tradición paceña, pero se me ocurren movimientos como Los Nadies en El Alto que ya casi diez años atrás revelaban esta orfandad. Hoy es mucho más claro. No es casualidad que varios premios nacionales hayan sido declarados desiertos. El canon está cambiando. Y eso se debe a una crisis del patrón imperante y no a que haya alguien que quiera matar a Sáenz. Somos una generación intrascendente, pero transitoria. Nuestras fuentes son distintas. Internet ha brindado lecturas impensadas. La tradición se ha roto. 
 Creo que esto se hará evidente dentro de cinco a diez años.

Se ha considerado que nuestro excesivo regionalismo es uno de dos lados negativos de la escena poética boliviana. Pues Sáenz es también producto de eso. Y también logra una reacción. La paceñidad no tiene por qué ser la bolivianidad de nadie, así (como lo digo en mi poema), como nadie puede quitarme el Michael Jackson de mi bolivianidad. Hay un problema irresuelto desde hace siglos y es parte de nuestra ancestralidad. No podemos y no vamos a poder entendernos como país. 

SERGIO GARECA
Oruro, agosto 2015

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