Tiempo, es la palabra clave del
primer libro de Verónica Laura Vargas. Pareciera también que el título tiene
que ver con el tránsito de los días “El verso nace cuando muere el sol”.
Se me hace
eterna esta espera
y entre el
crujir de las horas
y el llanto
de la media noche
(El reloj me
consume)
O
Es
inquietante escuchar
el sonido del
reloj que no tengo,
cansa ver el
mismo punto
o
tendría que
escarbar sesenta soles
y veinte
lunas
y comerme el
tiempo
Como se verá, al contrario de
muchos, para Verónica, el tiempo es demasiado largo, o sea que también, como a
muchos otros, la vida es demasiado tortuosa. Así, cada minuto, es sentido como
una puñalada por la poeta. Es la metáfora central y repetitiva en todo el
libro.
De la misma forma y en la misma
preocupación la poeta se halla en permanente otoño, un otoño que nunca pasa.
El poemario cuenta con tres
partes, las primeras en verso y termina
con una serie de poemas gráficos. Aún sin la madurez suficiente en la escritura
se entrevé la vena poética, con imágenes contundentes y ritmo natural. Un poema destaca “Te Kiero”, con absoluta
soltura, sincero y creíble “falto de ortografía, presentación y cordura” como
ella misma dice “se embriaga de cariño.
SERGIO GARECA
Marzo 2015
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