lunes, 23 de enero de 2017

PALABRAS RONCAS DE LETICIA HERRERA



Un libro publicado por 3600.

Con motivo del III Festival internacional de Poesía de Bolivia tuvimos la visita de la poeta de Monterrey, directora de la Editorial La Caletita.

El poemario acontece en la persecución del tiempo y en la nostalgia. Se sostiene en los instantes sin eternidad. El tiempo es el depósito del desencanto. Se enrosca en las anécdotas, en la cotidianidad del espacio, en todo lo vital, como un fenómeno post sensorial.

Allí los que están son una descripción. Estar es indescriptible. “me llaman / la omisa”. La poeta es la que está sin estar y los poemas son la memoria de su fantasmagoría. La nostalgia se funda en la extrañeza. Todo es extraño y a la vez “todo”, es decir, la sensación de plenitud, se extraña. Extrañar ya no es fuego ni es amor. El acontecimiento de todo lo que no es. La omisión de ser.

De tanto no estar, sentir también es un exceso. La vida a su vez es un fuego que nunca se enciende. Un cerillo perfecto. Sin uso. La escritura es cierta seguridad o inseguridad sobre el futuro, una idea de control. Roto el control, el descontrol. El tiempo, que es un ladrón, ¿Qué puede hacer entonces contra alguien que no tiene edad?

La necesidad de renacer exige un renunciamiento, pero, sobre todo, cansancio. El tiempo es caída. Arriba el vuelo se burla con toda su juventud. El tiempo perfecto de los otros.

“Hay una fiesta pisos arriba
escucho las risas de las personas
son personas?”

El tiempo nos ausenta de nosotros mismos. La trampa de la vida es volver. O intentarlo al menos. El tiempo, ladrón, otorga entonces, cuando ya no tiene nada que robar.  Tanto tiempo de no estar hasta que el tiempo se convence y no estás.

Así el libro es un juego de estar y no estar. Ser migrante de la vida, celebrando en la ceniza, el fuego.

SERGIO GARECA
Oruro, 2017




   

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