Un libro
publicado por 3600.
Con motivo del
III Festival internacional de Poesía de Bolivia tuvimos la visita de la poeta
de Monterrey, directora de la Editorial La Caletita.
El poemario
acontece en la persecución del tiempo y en la nostalgia. Se sostiene en los
instantes sin eternidad. El tiempo es el depósito del desencanto. Se enrosca en
las anécdotas, en la cotidianidad del espacio, en todo lo vital, como un
fenómeno post sensorial.
Allí los que
están son una descripción. Estar es indescriptible. “me llaman / la omisa”. La poeta es la que está sin estar y los
poemas son la memoria de su fantasmagoría. La nostalgia se funda en la
extrañeza. Todo es extraño y a la vez “todo”, es decir, la sensación de
plenitud, se extraña. Extrañar ya no es fuego ni es amor. El acontecimiento de
todo lo que no es. La omisión de ser.
De tanto no
estar, sentir también es un exceso. La vida a su vez es un fuego que nunca se
enciende. Un cerillo perfecto. Sin uso. La escritura es cierta seguridad o
inseguridad sobre el futuro, una idea de control. Roto el control, el
descontrol. El tiempo, que es un ladrón, ¿Qué puede hacer entonces contra
alguien que no tiene edad?
La necesidad de
renacer exige un renunciamiento, pero, sobre todo, cansancio. El tiempo es
caída. Arriba el vuelo se burla con toda su juventud. El tiempo perfecto de los
otros.
“Hay una fiesta pisos arriba
escucho las risas de las personas
son personas?”
El tiempo nos
ausenta de nosotros mismos. La trampa de la vida es volver. O intentarlo al
menos. El tiempo, ladrón, otorga entonces, cuando ya no tiene nada que
robar. Tanto tiempo de no estar hasta
que el tiempo se convence y no estás.
Así el libro es
un juego de estar y no estar. Ser migrante de la vida, celebrando en la ceniza,
el fuego.
SERGIO GARECA
Oruro, 2017
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