El libro
“Blanco” de Cecilia de Marchi Moyano, es la búsqueda de la autenticidad
contextual, con un esporádico hilo de metáfora. Utiliza lo anecdótico,
descriptivo, narrativo con una aguja de sutileza, en la que, blanco, mesa,
cuarto pared, papel, tiempo, vida y hospital son una sola cosa.
El libro trata
de la fragilidad de la senectud y es una narración azarosa de la acumulación de
eventos, inolvidables. Es decir porque ni siquiera la enfermedad del olvido
puede afectar a esos eventos.
Sobre esa
blancura que es más tiempo que otra cosa, existe la suciedad de esos momentos.
De los infortunios. La suciedad de la misma vida. Cecilia se autocontempla en
su personaje y este a su vez en una planta seca. Por allí aparece un color
(¿azul?) como un algo en la inmensa nada que es el tiempo (¿acaso un hijo?)
Hay que destacar
el notable equilibrio entre sitio y situación que hace en cada una de las
narraciones breves que forman ese todo poético que es el libro. Así como la
riqueza sensorial, de los elementos de lo material y su relación con el estado
de ánimo. Podríamos decir que hace poesía con los sentidos. Los olores, y la
ausencia de color son importantes.
Podríamos por
fin denominarla poesía de elusión. Los pensamientos de la profundidad son tangenciales, es el texto trivial el
centro de la narración. La estética trata de eludir lo inexorable. Otro lugar
donde ir y otro vacío que llenar.
La intensión de la narración es re construir
el olvido a través de los recuerdos. P0or eso es que el libro a momentos parece
perderse tratando de encontrar una realidad más sólida. También es el diario de
una vejez forzada por la empatía. Y en el deafío de no saber cuánto podemos ser
nuestros otros.
La
situacionalidad tiene solo de universal la compasión humana. Muere la metáfora
en la particularidad, por peculiar. Es un retrato que expone una miseria, otra,
en propiedad.
SERGIO GARECA
Enero 2017
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