Emma Villazón es una máquina de
leer. Será por eso que la lectura la ha llevado a distancias insospechadas y,
desde luego, de ellas ha vuelto con un bagaje comprometido con su propia
escritura y con la poesía misma.
Muchos hemos pensado que Emma ha
nacido anciana, y será por las puras ganas que tiene de nacer, no de morir o de
enfrentarse, a sabiendas, a la resignación de envejecer, como lo hacemos el
resto de los mortales. Lumbre de Ciervos,
su más reciente libro publicado, comienza con un par de epígrafes que emplazan
a ese nacimiento como una convocatoria a nulidades inmemoriales pero siempre
presentes.
En el libro, el paisaje, como una
pintura de acontecimientos sin rastro, se expande en las palabras y por las
palabras. Despertamos (o nacemos) en medio del bosque, obligados a explorar la
identidad de esas cosas, esos seres, la tipografía en sus acontecimientos mínimos
y sus aproximaciones.
La búsqueda equivale a la
proclamación del Ser salvaje y, en esas circunstancias, el nacimiento es el único conocimiento. Nuevamente
obligados a percibir aromas y sensaciones, la poeta y el lector, encuentran el
recuerdo de un sueño presumiblemente inexistente entre episodios oníricos, en
la fluctuante fertilidad en la convocatoria al “Hijo”, “¿¡Un indio coloso!?”.
En tales sueños aparecen animales
de todas las especies, incluso escritores y mercaderes. Entonces comienza a
sobreponerse un segundo paisaje y se presenta la lucha del mundo natural-artificial
del Ser civilizado, sin que ese retorno a la civilización nos prive de ver en
el fondo la evocada Lumbre de Ciervos.
Esa lumbre es la presencia del
inicio, el arcano innombrable y propio de cada Ser. Así, de lo onírico a lo
subconsciente existe un extravío en las palabras. La exploración se torna confusa
entre los paisajes sobrepuestos, entre el Ser vestido, cubierto, casi
disfrazado y el Ser desnudo, primigenio y salvaje. “¿Quién Habla Aquí? Ni la autora lo sabe”.
Todo esto porque la lengua natal
es propia y no colectiva. Razón esencial que se pierde al llegar a otro, que ya
es extranjero del “Yo”. Por lo tanto el poemario es un atentado a la
comunicación, o cuando menos proclama su sinrazón. Así sea la invitación al
origen del Ser esencial entre la confusión de las palabras-seres, las palabras-árboles,
las palabras-animales o las palabras-follaje; el libro dice exactamente aquello
que no se puede decir. La Lumbre de Ciervos se ve, y a su luz distinguimos el
mundo pero es inalcanzable, como es un golpe de suerte dar con los gamos
quietos, siendo ellos por naturaleza tan huidizos.
Conquistar al ciervo, cazarlo,
sin intensiones deportivas, equivale al placer sexual, a un primitivísimo
instinto de encontrar lo conocido en ausencia de la razón. Entre la lengua
extraña, la lectura se aveza.
Bien puede explicarnos el
fenómeno la cita que la misma autora hace a una misiva de Marina Tsvetáieva a
Rilke: “Para el poeta no existe Lengua
Materna. Escribir versos significa traducir.”
La lengua no-natal es nuestra lengua
verdadera. El poema-logos del libro parece ser “OTRAS CARTAS DE CIERVOS A
POETAS”: que remata con el verso “la vida está oculta.” Y otros que
lo antelan “Yo desentierro, te
desentierro, los desentierro y los pinto, / parece decirme al mirarme escarbándome,
aunque a sí mismo / no puede.”
Los paisajes a lo largo de la
lectura se sobreponen aún más entre el bosque, la ciudad el hogar y el mar. Pero
el Ser confuso y explorador ya se ha revelado. Y es el Ser el que le da unidad
al mundo. La necesidad de descubrir lo
habitable. El instinto.
En el bosque de lo nombrable la Lumbre
es la palabra, no la familiaridad sino la habitabilidad en lo que es también
inconcluso como los mismísimos mecanismos de la vida. Lo que transcurre.
Así el Ser será siempre un Ser
migrante, en la realidad y en el lenguaje. “—de
tu mano cerca, íbamos a la lejanía”.
La poesía es el colmo de la
naturaleza. La Tormenta indomable. Y así nos incita a vivir, al filo del trueno.
Algo más sobre la autora: Nacida en Santa Cruz en 1983, Ganadora del I
Premio Nacional de Poesía Petrobrás de Santa Cruz, publicó “Fábulas de una caída”, tras lo cual nos ha
dejado en ascuas durante cinco años antes de ver un nuevo trabajo suyo. Obtuvo una
Mención de Honor en la versión del Premio Yolanda Bedregal 2011. Ha sido
prontuariada en las antologías “Hallucinated horse. New Latin american poets”
de edición bilingüe de Cecilia Delgado y Thomas Slingsby; en “lo más profundo… ¿la piel? Escritoras emergentes de Bolivia” de
Giovana Rivero y “Cambio Climático. Panorama de la joven poesía boliviana”, a
cargo de Juan Carlos Ramiro Quiroga, Jessica Freudenthal y Benjamín Chávez, que
dicho sea de paso ha circulado también en edición bilingüe Francés Español. Recién
nomás el año pasado representó a Bolivia en el 10º Festival de Poesía en
Venezuela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario