jueves, 20 de marzo de 2014

LA NECESIDAD DE DESCUBRIR LO HABITABLE: una mirada a LUMBRE DE CIERVOS de Emma Villazón


Emma Villazón es una máquina de leer. Será por eso que la lectura la ha llevado a distancias insospechadas y, desde luego, de ellas ha vuelto con un bagaje comprometido con su propia escritura y con la poesía misma.

Muchos hemos pensado que Emma ha nacido anciana, y será por las puras ganas que tiene de nacer, no de morir o de enfrentarse, a sabiendas, a la resignación de envejecer, como lo hacemos el resto de los mortales. Lumbre de Ciervos, su más reciente libro publicado, comienza con un par de epígrafes que emplazan a ese nacimiento como una convocatoria a nulidades inmemoriales pero siempre presentes.

En el libro, el paisaje, como una pintura de acontecimientos sin rastro, se expande en las palabras y por las palabras. Despertamos (o nacemos) en medio del bosque, obligados a explorar la identidad de esas cosas, esos seres, la tipografía en sus acontecimientos mínimos y sus aproximaciones.

La búsqueda equivale a la proclamación del Ser salvaje y, en esas circunstancias,  el nacimiento es el único conocimiento. Nuevamente obligados a percibir aromas y sensaciones, la poeta y el lector, encuentran el recuerdo de un sueño presumiblemente inexistente entre episodios oníricos, en la fluctuante fertilidad en la convocatoria al “Hijo”, “¿¡Un indio coloso!?”.

En tales sueños aparecen animales de todas las especies, incluso escritores y mercaderes. Entonces comienza a sobreponerse un segundo paisaje y se presenta la lucha del mundo natural-artificial del Ser civilizado, sin que ese retorno a la civilización nos prive de ver en el fondo la evocada Lumbre de Ciervos.

Esa lumbre es la presencia del inicio, el arcano innombrable y propio de cada Ser. Así, de lo onírico a lo subconsciente existe un extravío en las palabras. La exploración se torna confusa entre los paisajes sobrepuestos, entre el Ser vestido, cubierto, casi disfrazado y el Ser desnudo, primigenio y salvaje. “¿Quién Habla Aquí? Ni la autora lo sabe”.   

Todo esto porque la lengua natal es propia y no colectiva. Razón esencial que se pierde al llegar a otro, que ya es extranjero del “Yo”. Por lo tanto el poemario es un atentado a la comunicación, o cuando menos proclama su sinrazón. Así sea la invitación al origen del Ser esencial entre la confusión de las palabras-seres, las palabras-árboles, las palabras-animales o las palabras-follaje; el libro dice exactamente aquello que no se puede decir. La Lumbre de Ciervos se ve, y a su luz distinguimos el mundo pero es inalcanzable, como es un golpe de suerte dar con los gamos quietos, siendo ellos por naturaleza tan huidizos.

Conquistar al ciervo, cazarlo, sin intensiones deportivas, equivale al placer sexual, a un primitivísimo instinto de encontrar lo conocido en ausencia de la razón. Entre la lengua extraña, la lectura se aveza.

Bien puede explicarnos el fenómeno la cita que la misma autora hace a una misiva de Marina Tsvetáieva a Rilke: “Para el poeta no existe Lengua Materna. Escribir versos significa traducir.”

La lengua no-natal es nuestra lengua verdadera. El poema-logos del libro parece ser “OTRAS CARTAS DE CIERVOS A POETAS”: que remata con el verso “la vida está oculta.” Y otros que lo antelan “Yo desentierro, te desentierro, los desentierro y los pinto, / parece decirme al mirarme escarbándome, aunque a sí mismo / no puede.”

Los paisajes a lo largo de la lectura se sobreponen aún más entre el bosque, la ciudad el hogar y el mar. Pero el Ser confuso y explorador ya se ha revelado. Y es el Ser el que le da unidad al mundo. La necesidad de  descubrir lo habitable. El instinto.

En el bosque de lo nombrable la Lumbre es la palabra, no la familiaridad sino la habitabilidad en lo que es también inconcluso como los mismísimos mecanismos de la vida. Lo que transcurre.   

Así el Ser será siempre un Ser migrante, en la realidad y en el lenguaje. “—de tu mano cerca, íbamos a la lejanía”.

La poesía es el colmo de la naturaleza. La Tormenta indomable. Y así nos incita a vivir, al filo del trueno.

Algo más sobre la autora: Nacida en Santa Cruz en 1983, Ganadora del I Premio Nacional de Poesía Petrobrás de Santa Cruz, publicó “Fábulas de una caída”, tras lo cual nos ha dejado en ascuas durante cinco años antes de ver un nuevo trabajo suyo. Obtuvo una Mención de Honor en la versión del Premio Yolanda Bedregal 2011. Ha sido prontuariada en las antologías “Hallucinated horse. New Latin american poets” de edición bilingüe de Cecilia Delgado y Thomas Slingsby; en “lo más profundo…  ¿la piel? Escritoras emergentes de Bolivia” de Giovana Rivero y “Cambio Climático. Panorama de la joven poesía boliviana”, a cargo de Juan Carlos Ramiro Quiroga, Jessica Freudenthal y Benjamín Chávez, que dicho sea de paso ha circulado también en edición bilingüe Francés Español. Recién nomás el año pasado representó a Bolivia en el 10º Festival de Poesía en Venezuela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario