lunes, 10 de marzo de 2014

DE “DIABLÓDROMOS” Y OTRAS MOJIGATERÍAS

Mijail Miranda Zapata

Ha pasado poco más de una semana desde la caída de la pasarela en la Avenida del Folklore en Oruro. Han pasado de 4 a 5 muertos, los heridos de críticos a estables, la noticia de primicia de tragedia a “da poco rating si no hay sangre”. Los medios informativos y las redes sociales han pasado de luto, solidaridad y bendiciones a volquemos la página que se vienen las comparsas y hay que enterrar el pepino. La orureñidad en pleno ha pasado de una inconsolable orfandad de músicos a su tradicional y recalcitrante chauvinismo poblano. Y así los posibles culpables, usamos el primer término por estricto rigor periodístico, se han convertido en inclementes verdugos y las víctimas en difamadores oportunistas. La lógica de siempre, ¿por qué exaltarse?

Ese mismo día, el sábado de peregrinación, conversando con amigos y familiares, constaté una de las lógicas más cruentas del carnaval. “Más bien no ha caído sobre los danzarines”, fue un comentario que se cernió incandescente sobre mi cabeza. Fue aún más triste confirmar que esa idea no era una mala coincidencia, era una certeza extendida por toda la ciudad. Ese es el rostro oculto de esta, subrayo, festividad religiosa. Que no nos confundan, los muertos de Oruro, los de la banda Poopó, no son producto del azar, tampoco de un capricho celestial o un castigo divino. Las vidas que se desvanecieron entre la pasarela son resultado de una sistemática escalada de violencia que ha desplazado a la mayoría de los orureños de la fiesta que se forjo entre las manos de sus mismos abuelos. La mayor expresión popular de la ciudad escindida de la esencia misma de su nombre, el pueblo.

¿Quedan dudas? Hubieron jóvenes que se quedaron varados en la pasarela, que rompieron sus cobertores, que osaron disfrutar del baile y compartir la devoción por la virgencita con el resto del público, que no tenían los 50$ para pagarse un asiento promedio y decidieron apelar a la viveza, porque creyeron que también debían ser parte del festejo, para ver una pizca del cada vez más desproporcionado Carnaval de Oruro. Para muchos, estos son los culpables del desastre, son los que provocaron las muertes, los que enlutaron y mancharon la imagen de una ciudad y su único atractivo. Además, esos alegres muchachos, ahora heridos y ensombrecidos, estaban en estado de ebriedad. Las señoras se persignan, los caballeros se indignan. Entre esa masa homogénea de beatería está Rossio Pimentel, Honorable Alcaldesa Orureña.

Poco después del accidente comenzó a circular una ingeniosa propuesta. Trasladar la entrada del carnaval a un ámbito aún más privado, un “diablódromo”. Sacarlo de la ciudad y alejarlo de la plebe. Todo bajo un título irónico, desvergonzado e hilarante: “turismo religioso”. Entonces, es necesario recordar que uno de los justificativos por los que la entrada continúo el día sábado y domingo, a pesar de la molestia general, fue la inversión que habían hecho los danzarines y espectadores. Obvio, habría que  agregar las pérdidas que sufrirían los organizadores. No olvidemos que este es un negocio redondo. Ser presidente de un conjunto o miembro de la ACFO no es un trabajo, es un estilo de vida. Ese es el carnaval de Oruro, el festín de una élite incapaz de conmoverse con la muerte del que llena de música el espectáculo, o el que le sirve la comida, o los niños que le recogen las latas de cerveza. Es un bacanal insensible que para sentirse menos culpable usa el manto de la virgen del socavón como bandera de religiosidad y compasión. ¿Turismo religioso? Una de dos, o se sacan la venda o dejan de hacerse los cojudos.

¿Quedan dudas? Otra justificación, usada para obligar a los músicos a acompañar la entrada a pesar del duelo, fue la de los contratos que éstos debían honrar con sus empleadores. Los bailarines, como capataces, tirando de sus obreros para que la fiesta continúe. Y siguió nomás.

Pero, escribimos todo esto a la distancia. Cuando por primera vez, luego de más de 10 años, no asistimos al carnaval. Nos lavamos las manos, al mejor estilo de la Alcaldesa y los responsables de la pasarela, porque este año no estuvimos en Oruro. De otro modo habríamos pagado los 100$ que cuesta el asiento en la plaza, le habríamos comprado otro a la novia y después de las muertes, quizás tras unas lágrimas y algún torpe brindis cuasi poético en honor de los artistas caídos habría seguido la juerga y hubiera defendido a regañadientes mi inversión. Porque si, la novia es nueva y esa es una inversión.

Ese es el Antruejo de los Andes, la peor cara de la hipocresía, un pasatiempo misógino, una ceguera desenfrenada, el negocio más rentable, la válvula de escape más disimulada. Catalizador de localismos y regionalismos. Un diagramado que divide ricos de pobres, jaylones de cholos y cholos de indios. ¿Lucha de clases? Si, sueno anticuado. Así están y estuvieron las cosas.

Twitter: @mijail_kbx

2 comentarios:

  1. Inicialmente. podría discrepar podría decir que si esos jóvenes que saltaron sobre una pasarela de transito tienen la culpa.... pero tienes razón.. el circo cada ves es mas despropósito ya no solo es circo y pan es circo y págalo caro carajo... bien Mija

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  2. Un respeto muy especial a este escritor petardo......... salud por lo fallecidos y lo festejados (....alguien dijo....) alfin es carnaval; el cielo y al tiera se unen, para festejar lo vano y lo glorioso....... mas me pregunto . acaso el ser oculto que se festeja. tambien no necesito beber de algo o de alguien...... pues lo hizo............. y NOS OLVIDAMOS DE EL pero el se recordo que le deviamos......... AMEN por los caidos........ jaja WASCA para los bolsillos llenos de plata a costa del carnaval.......
    Felicidade hermanito algo de un DIGO PERRRO PETARDO........

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