Mijail Miranda Zapata
Sería una impostura no considerar los argumentos exhibidos
por los contrincantes. Por un lado, los que encuentran deshonroso para esta
ciudad, tan afecta a la doble moral, que su centro histórico este pululado de
bares y borrachines (porque a borrachos llegan pocos). Por el otro, los
mencionados bebedores, que en el afán de justificar su afición al alcohol, casi
con la misma doble moral de los anteriores, alzan la bandera del arte y “la
cultura”. No vamos a sumergirnos en debates estériles respecto a lo que pueda
entenderse por estos últimos conceptos y si nos detendremos en la aburguesada
confrontación que se ha desatado, sin mayores repercusiones, en esta frígida
ciudad.
En la esquina del civismo, con 400 kilos de hipocresía, la
municipalidad y sus acólitos emprendiendo una estúpida e inútil cruzada, como
las de hace algunos siglos, contra bares, cantinas y cafés. Estúpida por los
argumentos usados, inútil por la clandestinidad en la que nos emborrachamos
aquellos días. Los esmerados burócratas, dignos ejemplares de su especie, se
lanzan a clausurar boliches, pero sólo en el centro de la ciudad. En las
periferias los amigos artilleros (los heroicos hombres que cargan la tristeza del
mundo y la apatía de la ciudad) pueden dormir y morir de madrugada en las
aceras, los jóvenes pueden embrutecerse entre chicha y reguetón, los niños
pueden caminar entre orines y vómito. Cerca a mi casa, a menos de 50
metros de una escuela y a cien de otra, cuatro locales atienden desde tempranas horas, 24/7.
Mejor no mencionar algunas discotecas que se pasan hasta las más minúsculas regulaciones
por el traste. No, no hago una denuncia, ni espero que se haga algo y acaso me
importa en lo mínimo. Simplemente evidencio la ineptitud y prepotencia de los
funcionarios ediles, que en lugar de trabajar y aplicar las normas como y donde
corresponden, buscan cómo agrandar su aguinaldo. No se hagan los cojudos.
En la esquina de la bohemia, con 405 kilos de compadrazgo, los
“artistas” en todas sus variantes. Cómo si no bastará una botella de trago
barato y una plaza para quedar bien “heming-way”, protestan aludiendo la falta
de espacios para sus expresiones, cómo si el arte tuviera algo que ver con el
espectáculo y la exhibición. ¿Por qué temerle a la clandestinidad y al
anonimato? ¿Es que resultan tan imprescindibles las palmadas en la espalda? Y
tal vez el verdadero dilema ontológico: ¿Cuándo comenzaron a escribir poemas y
canciones los pubs? Admitámoslo, es invierno, el frío cala los huesos, mejor
jugar a la creación y la intelectualidad en un “cafetín cultural” céntrico y
con un buen escocés. Uno se pregunta, con mucha curiosidad y con más ganas de visitarlos,
¿qué es un café cultural y dónde los encontramos en Oruro? No sabe, no
responde. Hay una excesiva zona de confort, que lo ha invadido todo y es la
nueva trinchera de los autoproclamados creadores. Las batallas contra los
dogmas, los becerros de oro y los dioses de barro están perdidas y solo nos
queda pelear contra los que nos cerraron el pub del viernes. “Hagamos algo, ya”.
Y, si, como dice mi gran amigo y compañero Sergio Gareca, la
cantina es la mejor casa de la cultura, quizás la única… pero de cantinas a “cafés-pub-bistros”…
Así que dejémonos de huevadas. Queremos chupar y queremos hacerlo donde nos dé
la gana. Defendamos eso. Punto final, sin caretas.
revolucionkbx@gmail.com
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