Desde hace unos
cuantos meses, el último domingo de ellos; el elenco Escarabajo Teatro, pone en
escena una obra para deleite de inquietos estudiantes e impacientes
espectadores domingueros.
En la última
ocasión aparece la obra Esperando a Godot, de Sammuel Becket, ambientada para
nuestro medio. Osada obra del teatro del absurdo, en la que dos palurdos y
conformistas mendicantes esperan la consagración de su destino: la presencia
mesiánica de Godot que nunca llega, a su encuentro en el reloj de la plaza 10
de febrero, donde todos nos encontramos bajo cualquier pretexto alguna vez. Por
mientras esperan, básicamente están jodidos. Uno de ellos es pobre tan pobre
que hasta carece de razón, el otro, es pobre pero ni se da cuenta, en sus
bolsillos están miedo y fantasía. Ambos parecen representar un reflejo de las
dos caras mediocres de quienes se enfrentan a la historia sin más que la
resignación, sin más aspavientos, el vulgo ignorante: el pueblo.
Luego irrumpen,
la esclava, un engendro inhumano o niño caprichoso, borracho de poder.
Magnífica interpretación, dicho sea de paso del muchacho que interpreta el
papel. Por su parte la esclava, vapuleada y resignada a su suerte es tan
carente de todo que ni siquiera tiene mente propia. Protagoniza, a la mujer en
su historia, sometida, obligada a pensar incluso en y con las condiciones de la
mente varonil. Sin embargo nada la libra de esa suerte, ni siquiera un minuto
de lucidez. Llena de detalles irreverentes y descabelladas fantasías la obra
transcurre en espera de lo que nunca llega, reflejando nuestra propia condición
de seres perdidos en un abismo de estupidez. Es una obra estridente y un reto
bien afrontado por el elenco, que bulle talento joven. No dudo que muchos de
ellos encontrarán su vocación en el difícil arte de las tablas y otorgarán a
esta ciudad llena de caretas y caretillas una fiesta de sinceridad a través de
la actuación.
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