Entre los rebeldes que admiro está Ricardo Romero Flores,
más conocido como Lugui 94. Este año, después de mucho, nos regala con motivo
del Festival De Solsticio De Invierno, organizado por la Universidad Técnica de
Oruro, una muestra consecuente con él mismo, tan luchadora y viva, tan
ceremonial y, aún en tiempos de discurso y revuelta, tan necesaria.
Desde una panorámica de Chusaqeri, el limpio horizonte de
Oruro hacia el sur es una constante en los cuadros de Lugui, así como la fuerza
elemental de la Tierra que asciende a nuestra comprensión a través de la
incineración, como en la Qowa ritual. Cada cuadro es una “mesa”, no creo una
invocación, sino una provocación de fuego, al que se ofrecen los misterios,
elementos especiales, que el pintor oficiante conoce y ofrece entre hojas de
coca y sahumerio. Cada cuadro es nomás el amuki de comunión con la tierra, un
silencio detenido en el incendio.
Subidos en pájaro azul, chofer y ayudante conocidos, mal que
bien, marchamos, apretujados pero juntos
a un mismo destino. La calma es aportada por los caciques espectrales que
entonan jula julas. El hombre cóndor levanta un ala para saludarnos. Una fugaz
bicicleta osa cruzar el lago y la pelota rural atraviesa el arco y es el gol que
hemos esperado tanto. Al final todos quedamos tan contentos como chola en
columpio y no hay más que decir. Pasen, porque aún hay tiempo, por la casa
Patiño y unámonos a la ceremonia permanente. Jallalla Lugui 94
Qué bueno encontrar este rinconcito orureño... disentimos porque vivimos...
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